Tierra de nadie

La baraka de Pedro Sánchez

No ha mucho tiempo que a Pedro Sánchez trataban en su partido de moverle la silla, tirarle la mesa, hacerle las maletas y meterle al descuido en el Transiberiano con billete de ida, en plan despedida de soltero salvaje. Según se cuenta, los arúspices de Ferraz se habían puesto a leer entrañas como locos y habían determinado que lo del chico alto y guapo era un error descomunal que les acarrearía grandes males y que la única solución para salvar los muebles y la vajilla de la abuela estaba en el Sur y se llamaba Susana. Como es sabido, el domingo le aclamaron como líder indiscutible mientras se deshacían del oráculo, que ya no estaba en garantía.

De las carencias de Sánchez han venido dando cuenta en privado sus queridísimos compañeros, y lo han hecho con tal profusión que era obligado suponer que a este hombre no le hacían falta enemigos en vista de los amigos que se gastaba. Ninguno de ellos había reparado, sin embargo, en esa gran virtud suya con forma de flor al final de la espalda. En árabe se dice baraka, y habrá que contar con ella en el futuro inmediato. Sin llegar a la "gracia divina" que apunta el diccionario, Sánchez tiene una suerte descomunal.

La última manifestación de la suerte de Sánchez ha empezado a dibujarse con el trazo grueso que sólo el PP es capaz de ejecutar a mano alzada. La nueva táctica de la derecha para reponerse de la "hostia" de las pasadas elecciones municipales y autonómicas pone el foco sobre el PSOE y sobre el suertudo de su secretario general, al que ahora tratan de presentar como un peligrosísimo radical, sometido a las órdenes de Venezuela por coleta interpuesta. Cuando se den cuente de que es físicamente imposible empujar a la extrema izquierda a quien la existencia de Podemos y la irrupción de Ciudadanos ha colocado en el centro será tarde.

Como se comprenderá, tanta fijación en quien hasta hace un par de telediarios era considerado un personaje menor de la escena, sólo puede conseguir dar protagonismo al líder del PSOE y hacerle un hombrecito a los ojos del electorado. En esa misma piedra tropezó Esperanza Aguirre con Manuel Carmena, que hoy es alcaldesa, por lo que cabe suponer que el estratega del PP estuvo de vacaciones y no se enteró de la misa la media o necesita con urgencia una cura de reposo.

En ese contexto, encuentra explicación razonable la escenografía del acto en el que Sánchez fue proclamado candidato. De impecable terno oscuro, con la enorme bandera de España al fondo, hablando de lo reparadores que son los abrazos de sus hijos y besando a su señora en el estrado, quienes vieran en este hombre a un extremista radical tendrían urgentemente que cambiar de camello.

Sin saber si fue antes el huevo o la gallina, si hay que sacar la artillería contra Sánchez porque es un peligro electoral o si ya es un peligro electoral y por eso hay que cañonearle, la última encuesta publicada refleja un avance de los socialistas, muy cerca de sobrepasar al PP como primera fuerza en intención de voto. De ahí la presión que estarían ejerciendo algunos capitostes populares para que Rajoy adelante las generales, no fuera a ser que las medidas de amplio contenido social que preparan comunidades y ayuntamientos en manos de la izquierda incline definitivamente la balanza a su favor.

De ser un desliz de la militancia, un embarazo no deseado en su propio partido, Sánchez acaricia ahora la idea de convertirse en presidente del Gobierno. Su flor va bien; en esto del riego, en el PP son escrupulosos.

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