Tierra de nadie

El fantasmagórico lobby del 78

A los tradicionales poderes fácticos, que por estos predios siempre han vestido uniforme, sotana o banker, ese popular traje a rayas de los financieros, ha venido a sumarse el lobby del 78, un variopinto grupo de notables, todos gente de orden, a los que no sólo les une la guardarropía sino también un irrefrenable amor a España y a los españoles que les impele a manifestarse periódicamente sobre la ruta adecuada para el país.

Esa pasión común les ha permitido trascender del sectarismo, y de ahí que sus objetivos puedan ser compartidos por todos ellos con independencia de su procedencia partidaria. Sus consejos son muy necesarios para esa gran masa de desnortados que en su inconsciencia se deja seducir por cantos de sirena o por el sonido de la flauta de un tipo de Hamelin con coleta. Quieren compartir su éxito y el de sus familias con nosotros y saben lo que nos interesa porque es lo que les interesa a ellos mismos para seguir viviendo como maharajas de Kapurthala.

Así, ante la deriva a la que nos ha conducido el resultado de las últimas elecciones, un puñado de estos lobbistas, todos ellos exministros, han decidido intervenir y marcar el camino, no fuera a ser que nos estrellemos contra el rocoso acantilado. Agrupados en torno a la llamada Fundación España Constitucional, emitían este martes un comunicado instando a la formación de un Gobierno apoyado por "dos o más partidos constitucionalistas", o lo que es lo mismo por PP, PSOE y Ciudadanos, que garantice la unidad de España, conjure el desafío independentista y se comprometa a reformar la Constitución en un plazo de 24 meses con ese mismo espíritu de generosidad y diálogo de la Transición.

Impulsada por Bono y Zaplana, la citada fundación se presentó formalmente en Valencia en junio de 2014 y en su inolvidable foto de familia figuraban como anfitriones dos padrinos de categoría: Alberto Fabra y Rita Barberá. En la instantánea había clásicos como Martín Villa, Eduardo Serra o Lamo de Espinosa, ilustres apellidos como Cabanillas y representantes del nuevo socialismo como Elena Espinosa y Jordi Sevilla, que ahora es el gurú económico de Pedro Sánchez y alguna explicación tendría que dar a su líder. ¿Quién financia ese sarao, por cierto?

Para que el mensaje calara, simultáneamente se hacía pública una conversación de ese jarrón chino del 78 que es Felipe González con varios embajadores en la que sugería algo similar, en la idea de que si repetir las elecciones era malo, un gobierno del PSOE con Podemos sería peor. Ambos pronunciamientos tenían lugar casualmente a escasos días de que el PSOE celebre un comité federal que ha de fijar la posición del partido sobre futuros pactos de investidura.

Los nobles propósitos de estos señores chocan con un problema de fondo y es que la sociedad de este siglo se ha cansado de estos cicerones de pacotilla que han convertido la política de este país en un interminable episodio de Cuéntame y los telediarios de ayer en el día de la marmota. ¿Quiénes son Bono, Zaplana y sus amigos para hacerse presentes periódicamente en las tazas de nuestros desayunos y lanzarnos sus fantasmagóricos consejos? ¿Qué autoridad moral puede tener un exministro franquista como Martín Villa? ¿Hasta cuándo habrá que soportar las batallitas de los expresidentes y sus manejos? ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Tan infinito es el cansancio que provocan estos ancianos de la tribu que va a haber que pensar que, en realidad, tratamos con enfermos aquejados de un exceso de autoestima tan grande que flirtea con el narcisismo y los delirios de grandeza. No es el país el que les debe algo sino ellos los deudores. Harían bien en quedarse callados en los contados renglones que les dedicarán los libros de historia y dejar de dar la paliza.

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