Tierra de nadie

IU no es una chica fácil

Esprintando hacia la repetición de las elecciones, a Podemos le han entrado las prisas por cortejar a IU, que era la más fea del baile y tenía mal tipo, aunque, según se supo luego, contaba con posibles, en particular una dote de 920.000 votos que ha suavizado mucho sus facciones. IU, al parecer, está ahora tan cambiada que corta el hipo y la mahonesa que diría Sabina, y el propio Iglesias se ha apresurado a tirarle los tejos con caidita de ojos incluida.

Para Podemos, IU siempre ha sido un desecho de tienta, un espantajo del que había que alejarse a toda prisa y de la que sólo podían aprovecharse un puñado de dirigentes, de esos con cara de nueva política, a los que siempre se les abrió la puerta con la condición de que entraran en grupos impares menores de tres porque al fondo había sitio. El resto no interesaba ya que, como decía Juan Carlos Monedero hace un par de años, Podemos no iba a ser "la UCI de ningún partido del régimen del 78" ni "el pegamento de los fragmentos de la izquierda".

Puede que el amor consista en no decir nunca lo siento, pero hay que comprender el resquemor ante ese galán melenudo que en junio del año pasado decía lo siguiente en este mismo diario: "Deja de estar tan preocupado con las cosas que nosotros hacemos y con lo que nosotros proponemos. Sigue viviendo en tu pesimismo existencial. Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas, pero no te acerques, porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos. No quiero que cenizos políticos, que en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero que dirigentes políticos de Izquierda Unida, y yo trabajé para ellos, que son incapaces de leer la situación política del país, se acerquen a nosotros. Seguid en vuestra organización. Presentaos a las elecciones, pero dejadnos en paz". Pues eso.

Es normal en consecuencia que la criatura se pregunte si lo de Iglesias es amor verdadero o si el muchacho sólo viene a quedarse con el ajuar de la dama, y de ahí que haya gente en la familia política, como Gaspar Llamazares, que vea en esta unión la antesala del fin: "Les rogamos ir juntos –decía hace unos días- y le dimos a Podemos un cariz de partido de izquierdas y de organización hermana que no tiene. Lo estamos experimentando en todas las comunidades. La actitud de Podemos no es de cooperación, es de liquidación, digámoslo claro. No nos debemos dejar liquidar".

Entre tanto, Iglesias ha mandado flores a Garzón –"creo que tengo que hablar con Alberto; es difícil, es complejo pero creo que os debemos esta conversación"-, y el del ramo, tras leer la tarjetita adjunta, se ha puesto digno al fin: cualquier fórmula de convergencia ha de tratar de igual a igual a cada organización porque el millón de votantes de IU quiere verse reconocido y que no parezca que su candidatura ha desaparecido.

En tareas de celestinaje ya está Monedero, que sin acabarse el libro de hacer amigos se ha puesto a pensar en cómo conseguir que ese "proyecto anticuado" que representa IU se sienta cómodo en una nueva marca electoral donde se elimina su nombre: Podemos-En Común. Dicho de otra forma, si IU se aviene al ayuntamiento carnal con Podemos ha de aceptar que se consume con la luz apagada para que nadie le vea la cara.

La confluencia es, posiblemente, el deseo de muchos votantes de ambas formaciones, pero no puede decirse que despierte un gran entusiasmo en todos sus dirigentes. Punto central de la pugna en IU en el preámbulo de su XI Asamblea Federal, en la otra orilla Errejón ya ha marcado territorio al recordar hace un par de semanas que Podemos e IU son como el agua y el aceite –"hay quienes quieren aumentar la izquierda y otros queremos construir pueblo"- y que una cosa es que haya "compañeros valiosos" en IU y otra muy distinta que "fuerzas políticas distintas con hojas de ruta diferentes" lleguen al matrimonio o una simple unión de hecho. No es descartable, en consecuencia, que la ansiada cohabitación electoral acabe como el rosario de la aurora.

El 26 de junio hay quien tiene mucho que ganar y quien puede perder buena parte de lo conseguido. IU está entre los primeros, entre otras cosas porque, aun siendo todo susceptible de empeorar, quien ya está en el sótano no teme a caerse escaleras abajo. En el segundo grupo está, por ejemplo, ese otro galán, Pedro Sánchez, a quien en su propio partido esperan con el cuchillo entre los dientes. Y también Podemos, que dice no temer a las elecciones pero que tendría difícil de explicar un retroceso en la eventual repetición de elecciones. En ese río revuelto sería inexplicable que Alberto Garzón renunciara a la pesca de altura. La bastará con demostrar que IU no es una chica fácil cuando se la quieran llevar al huerto.

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