Tierra de nadie

Lección magistral de España en la cumbre mundial anticorrupción

Un despropósito similar a que abran este sábado las piscinas en Madrid ha sido la celebración en Londres de una cumbre mundial contra la corrupción, que según ha explicado su anfitrión David Cameron servirá para perseguir a los malos y a sus cómplices allá donde se encuentren. Por si no se ha entendido el chiste hay que recordar que el propio primer ministro fue accionista de un fondo creado por su padre en Bahamas para hacer mangas y capirotes a la Hacienda británica, que no vio una libra de sus beneficios en sus 30 años de paradisíaca existencia. No se le pueden negar conocimientos del tema al caballero ni predisposición a compartirlos con sus más de 50 invitados.

El principal acuerdo de la cumbre ha sido la creación de un registro público de empresas, que habrán de declarar quienes son sus beneficiarios para hacer negocios con las administraciones o adquirir propiedades. A esa idea se han adherido al parecer Reino Unido, Holanda, Francia, Nigeria y Afganistán, mientras que Australia, Georgia, Indonesia, Irlanda, Nueva Zelanda y Noruega, han dicho que trabajarán en ello. Como prueba de que ahora sí se va en serio, Londres ha excluido de su registro obligatorio a los paraísos que controla (Jersey, las islas de Man, las Vírgenes o las Caimán), Rusia se ha negado a que los acuerdos fueran vinculantes y varios países rehusaron suscribir un párrafo que prometía que no habría impunidad para los corruptos y hubo que suavizarlo con pomada.

El éxito de la reunión ha sido clamoroso y ha imperado el buen rollo, algo a lo que contribuyó el propio Cameron cuando fue pillado explicándole a la Reina que hospedarían a los líderes de dos países "fantásticamente" corruptos como Nigeria y Afganistán mientras Isabel II descartaba mentalmente sacar la cubertería de plata en las recepciones. Lo que no le dijo es que todo corrupto necesita de un corruptor, y que en ese papel a británicos, estadounidenses y a los occidentales en general no hay quien nos gane en unos Juegos Olímpicos de la cosa.

España, como viene siendo habitual, ha dejado su impronta con la humildad que caracteriza a la piel de toro. El Gobierno del PP podía haber dado un curso práctico de corrupción y dejar con la boca abierta a la concurrencia, pero en lugar de eso envío al ministro de Justicia Rafael Catalá para que explicara lo mucho y bien que se persigue aquí a los facinerosos, a los que el Ejecutivo conoce bien porque la mayoría son de su partido.

Catalá estuvo sembrado. Alabó la transparencia como la mejor de las armas para combatir a los corruptos, pero quizás porque la explicación fuera un tanto farragosa no detalló por qué los suyos se han negado sistemáticamente a hacer posible el conocimiento de quienes se beneficiaron de la amnistía fiscal del PP, que sin duda es otra arma y de grueso calibre contra estos delincuentes.

Es innegable que aquí la legislación ha funcionado, empezando por la nueva normativa de financiación de partidos que prevé su responsabilidad penal y que, para dar ejemplo y para demostrar que se puede ser profeta en su tierra, el PP ha estrenado al convertirse en la primera fuerza política imputada de la democracia.

El ministro dejó clara la filosofía que se debía seguir en estos casos, que no es otra que seguir la pista de los activos robados para que sean restituidos a sus legítimos propietarios. En eso y en no dejar que los corruptos se paseen por la calle impunemente no tenemos rival, como bien pueden atestiguar los cerca de 2.000 imputados en casos de corrupción que siguen haciendo alegremente su vida y sus enjuagues. Es fácil imaginar ojiplática a la delegación afgana. Somos un ejemplo para el mundo.

Más Noticias