Tierra de nadie

El partido zombi

Si las últimas encuestas aciertan, que es todo un suponer, la evolución de la intención de voto del PSOE indicaría que se ha superado la fase de contemplación del abismo desde el precipicio y que, tras dar un paso al frente, los socialistas se estarían despeñando en caída libre en abierta demostración de la segunda ley de Newton. En la medida que la aceleración del partido es directamente proporcional a la fuerza que actúa sobre él desde Andalucía e inversamente proporcional a su masa -cada vez menor según estos sondeos- es previsible un aterrizaje suave en el suelo de la insignificancia tal que la pluma de un albatros en las rocas del acantilado.

No es una novedad que el PSOE se desangre, aunque de su rápida conversión en una fuerza zombi hay responsables directos, especialmente aquellos que con la excusa de reflexionar sobre el futuro tratan de hurtar a la militancia una decisión sobre el presente o, cuando menos, condicionarla de tal forma que se acomode a los intereses de unos santones, que esos sí que lo tienen todo pensado a su mayor gloria y beneficio.

Se ha llegado así a una situación kafkiana en la que el único partido sin dirección sigue sin fijar la fecha para elegirla mientras el resto de sus adversarios políticos, con liderazgos aparentemente consolidados, se apresuran a celebrar sus cónclaves, quizás porque el futuro les importa una mierda o porque sus afiliados reflexionan a toda leche. La incógnita debería despejarse este sábado en un comité federal que, casi con toda probabilidad, refrendará el deseo del sultanato de retrasar el congreso hasta junio, con el argumento de que el tiempo juega a favor de la unidad, que es el tótem del nuevo socialismo de mantilla y peineta.

Lo de la reflexión sobre el futuro tiene su gracia, ya que deberá hacerse en la intimidad y al calor del brasero de una mesa camilla, alrededor de la que se sentarán los de siempre para invocar el espíritu de Felipe González que siempre se deja oír en estas güijas. De hecho, la única decisión tomada es la de no celebrar una conferencia política, orgánicamente prevista para someter al criterio de los afiliados cuestiones de especial trascendencia, pero la supervivencia no debe de ser una de ellas. ¿El argumento? Llevaría demasiado tiempo.

En resumen, no hay que apresurar las primarias y el congreso porque hace falta tiempo para reflexionar, pero se desaconseja la reflexión colectiva porque consumiría demasiado. Entre tanto, un órgano que no existe en los estatutos como es la Gestora, teledirigida por la reina del sur, da cuerda al reloj. La paradoja espacio temporal ha creado un universo paralelo en el que los partidarios de la anterior dirección ahora son los críticos y viceversa. De igual manera, la asonada que sirvió para deponer al desaparecido Sánchez se reinterpreta como un gesto de responsabilidad suprema, una medida excepcional que se vieron abocados a tomar los conjurados ante el riesgo que suponía para el país no ya unas terceras elecciones sino la posibilidad real de compartir gobierno con Podemos. La triunfante razón de Estado no ha salvado al PSOE pero sí a la patria.

En pago a los servicios prestados y como maniobra de distracción, se intenta mostrar al populacho los beneficios de eso que se ha dado en llamar oposición útil, alguna de cuyas realizaciones, como la subida del salario mínimo o la flexibilización del déficit autonómico, hubieran podido obtenerse por goleada siendo una oposición real y dejando al Gobierno en minoría. A tenor de las encuestas ya citadas, de este ejercicio de travestismo político sólo se ha beneficiado Rajoy, que ya no es aquel señor intolerante de la pasada legislatura sino un estadista clarividente comprometido con el consenso.

Pese a la imagen que se quiere trasladar, es el PP el que tiene la sartén por el mango, ya que con sólo pulsar el botón de las elecciones anticipadas desvanecería el espejismo. Para evitarlo, este PSOE domesticado intercala algún gruñido con graciosas piruetas y al final recibe su premio en Moncloa agitando la cola con devoción canina. A eso ha quedado reducido este partido que, si en algún momento fue sólido, se licuó como la sangre de San Pantaleón y ha terminado siendo un globo hinchado con óxido de nitrógeno, el gas de la risa.

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