Tierra de nadie

Rajoy coloca mejor que el INEM

Todos los pueblos tienen sus tradiciones, algunas de ellas rarísimas. Los yanomami, por ejemplo, consumen las cenizas de sus muertos en una sopa de plátano para preservar el alma de sus difuntos. En algunos lugares de Escocia se hace pasear a las parejas de novios untados con una mezcla asquerosa de té, huevos y harina para que sean conscientes de que hay cosas peores que el matrimonio. En Suecia, la tradición era negarle el Nobel a Borges, y así. En España es práctica habitual que los políticos se recoloquen en empresas eléctricas o del sector de la energía porque no se les puede poner a todos una mercería. Son las costumbres que definen eso de la idiosincrasia.

Otra tradición española muy arraigada es que Rajoy coloque a sus amigos para que no pasen hambre y a nadie sorprendería que en algún momento el presidente se postulara para la FAO dada su entrega y buen hacer. Ya en su etapa como ministro de Administraciones Públicas, el gallego dio un recital de enchufismo que no era muy corriente, valga el chiste fácil. Su pandilla de francachelas en Pontevedra no tuvo quejas porque había para todos: si a uno le hizo secretario de Estado, a otro le puso al frente de un puerto; si su candidata no era elegida en las elecciones, tal fue el caso de la actual presidenta del Congreso, Ana Pastor, se la nombraba directora general de Muface. Su amiga arquitecta estaba tan capacitada para ser delegada de Cultura como esos dos hermanos, los Muntaner, director general de una empresa estatal de autopistas y delegado especial de la Agencia Tributaria en Galicia. Aquello era como el INEM pero a lo salvaje.

Unidas las dos tradiciones, nada hay que objetar a la designación como consejero de Red Eléctrica Española de Arsenio Fernández de Mesa, exdirector de la Guardia Civil y, por supuesto, amigo del alma del de Moncloa desde los tiempos de los hilillos de plastilina del Prestige. La empresa, con un 20% de capital público, ha dado sobradas razones para justificar el nombramiento. El bueno de Cuco no distingue el polo positivo del negativo y es incapaz diferenciar un vatio de un voltio pero le gusta AC/DC y entiende tanto de seguridad que si algún subsahariano tratara de llegara nado a las puertas de la compañía, lo disuadiría a pelotazos de goma como en el Tarajal, si antes no se ahoga, obviamente.

Rajoy no descansa en su labor de auxilio a unos desvalidos que no se descalzan por menos de 100.000 euros al año. A Ana Mato, que padecía problemas de visión en los garajes, le montó un foro para jóvenes que quita el sentido y a Wert y a su santa les facilitó un nido de amor con vistas al Arco del Triunfo y a los Campos Elíseos. Colocados ya Fernández Díaz y su ángel de la guarda, el exministro Soria es la asignatura pendiente de esta ONG con barba, pero todo se andará.

Si la labor humanitaria del presidente es denodada, es de justicia resaltar que sus buenas intenciones no pasarían a mayores sin la colaboración de empresas e instituciones volcadas en el mecenazgo. Mención especial merece el sector eléctrico, tan castigado por el déficit de tarifa y vilipendiado porque no llueve, cuyas puertas siempre han estado abiertas a los políticos de distinto pelaje y condición que han golpeado sus aldabas. Presidentes del Gobierno y de comunidades autónomas, ministros, diputados, consejeros, secretarios de Estado y altos funcionario,s ya fueran del PP, del PSOE, de CiU o del PNV, han encontrado refugio y protección entre sus muros.

Que nadie confunda esta noble tarea con las puertas giratorias o con el tráfico de influencias. Ya decía Platón que no había que dejar crecer la hierba en el camino de la amistad. Rajoy, que se lo ha tomado a pecho, ya no se conforma con el cortacésped y utiliza una segadora autopropulsada John Deere. Es una bestia.

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