Tierra de nadie

Ciudadanos y el pito del sereno

La gran duda con Ciudadanos es si son ingenuos de nacimiento, si lo de su candidez es sobrevenida o si su simpleza y su buena disposición a comulgar con unas ruedas de molino que suelen llegarles de canto es resignación o puro masoquismo. Por decirlo a la pata la llana, si son tontos o si se lo hacen.

Hay que recurrir a la tauromaquia para describir la relación que los de Rivera mantienen con Rajoy, al que debe de dolerle la mano de tanto derechazo con el que una y otra vez ejecuta la lidia de este toro manso y sin trapío que no embiste ni en defensa propia. La última faena se ejecutó este martes en el Congreso, plaza de primera, donde ambas formaciones se habían citado para efectuar el seguimiento del pacto anticorrupción que permitió negociar posteriormente la investidura del gallego. Ovación y vuelta al ruedo para los populares.

Corría el mes de agosto. Rivera había dado con la solución al bloqueo para evitar unas terceras elecciones. "Hay que mojarse", afirmaba en la presentación de las seis condiciones "irrenunciables" que el PP debía cumplir en los tres primeros meses de gobierno. Había tanta urgencia en que el país echara a andar que Rajoy hizo la estatua y se fue de puente a pensárselo. A su regreso, firmaba el papelito. A mister Orange, según decía, su credibilidad le importaba un comino. El hombre veleta que un día abrazaba a Pedro Sánchez, el siguiente vetaba a Rajoy y al otro se disponía a hacerle presidente no se movía por el viento sino por España. Cumplido el plazo entre largas cambiadas, no se ha materializado ninguna. "Están encarriladas y avanzando", decía ayer Girauta en el arrastre.

Repasemos. El presidente de Murcia sigue en el cargo porque el PP se ha marcado una chicuelina con su compromiso de apartar a los imputados por corrupción; la reforma de la ley electoral, la supresión de los aforamientos y la limitación de los mandatos presidenciales se han mandado al corral de varias subcomisiones; indultar a los corruptos sigue siendo posible; y la creación de una comisión de investigación sobre la financiación irregular del PP ha sido pedida sí, pero por el PSOE. Suena el pasodoble Mariano eres el más grande.

Ciudadanos se ha especializado en vender como logros sus bajadas de pantalones y en hacer lecturas cambiantes de sus propias reivindicaciones. Su pretendido papel de fiscalizador de la labor del Gobierno es una ficción insostenible. De ahí que haya interiorizado ese cambio tranquilo que no rompe nada en sus propias iniciativas, hasta el punto de hacerlas coincidir con lo que su aliado está dispuesto a aceptar. Es el caso de su propuesta de ley anticorrupción, que supone una enmienda a la totalidad a su ideario de regeneración. Sus líneas rojas son ya de un naranja desvaído.

Así, de su exigencia de expulsar de la vida pública a aquellos cargos sobre los que pese una imputación judicial se ha pasado a que ésta se produzca en el momento de la apertura del juicio oral, tal y como el PP ha establecido en sus estatutos. Si los populares sostienen que la corrupción implica necesariamente un enriquecimiento ilícito, Rivera se apresura a distinguirla de la prevaricación, porque una cosa es meter la pata y otra meter la mano. El miura es un corderito o la cabra equilibrista sobre la escalera que escucha al trompetista tocar el España cañí.

Desplazados como socios preferentes del Gobierno por ese PSOE de la gestora y la sultana con su oposición útil, Rivera trata de hacerse querer. Quiere entrar a los gobiernos y pisar moqueta antes de que la insignificancia les arrumbe. Son como el pito del sereno. Llegará un momento en que nadie les haga caso.

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