Tierra de nadie

Modelo de carta a los defraudadores

Estimados defraudadores:

Hace mucho tiempo os dirigí otra carta para daros cuenta de mi consideración más distinguida y ponerme a los pies de vuestras señoras o maromos, según procediera. Os decía entonces que el vuestro era el camino acertado, aunque fuera más largo y os llevara a Suiza o, allende los mares, a las Bahamas o a las islas Caimán, descubiertas por Colón y bautizadas así por sir Francis Drake, que era un señor pirata con escudo de armas y una leyenda -Sic parvis magna ("Todo lo grande empieza pequeño")-, no se sabe si en referencia a sus orígenes o a alguna parte de su anatomía.

Pero no nos distraigamos. Me permití en aquel momento llamaros visionarios porque no os dejasteis engañar con aquello de que una fiscalidad justa es la clave de bóveda de la riqueza de las naciones y fuisteis los primeros en percataros de que esa manía nuestra de retratarnos ante Hacienda era el origen de una bonanza artificial de la que sólo cabía esperar despilfarro y corrupción. Os admiré por vuestra firme defensa del libre movimiento de capitales, que ya no tenían por qué ocultarse bajo el ladrillo o el colchón de lana existiendo cuentas numeradas en paraísos fiscales con todas las comodidades que uno pueda imaginar. Y acabe por suplicaros que os avinierais a blanquear discretamente vuestros caudales para que Montoro dejara de castigarnos por haber vivido a lo loco por encima de nuestras posibilidades. Una vez más, os portasteis como patriotas y no nos defraudasteis.

De ese inmenso favor que los desagradecidos de siempre tildaron con muy mala baba de amnistía se llegó a afirmar que era inconstitucional y muy escandaloso que os permitieran pagar el 3% -que el 10% os pareció excesivo, lógicamente-, por lo que los demás hubiéramos tributado al 45%, y hacerlo además sin recargos ni sanciones, como si pudieran equipararse truhanes y señores, la chusma y lo más granado de nuestras clases delictivas. Incomprensiblemente, el Constitucional ha terminado por darles en parte la razón, en una sentencia apresurada y poco meditada, para la que sólo han necesitado cinco años de trabajo. A vosotros que, esquivando al Fisco, hicisteis posible una austeridad que tan bien nos ha venido, no se os puede hacer esto.

Que os quede claro que la culpa es de Montoro, al que debieron de dar la cátedra de Hacienda Pública en una tómbola, ya que sólo así se explica que hiciera por decreto lo que tuvo que hacer por ley, que las formas hay que guardarlas incluso cuando uno se ríe del país y extiende una alfombra roja a unos malhechores que además se permitían el lujo de darnos lecciones de moralidad. Ya sé que para vosotros Montoro es como de la familia, compañero de partido de muchos, pero eso no resta gravedad a su descuido. ¿En dónde tendría este hombre la cabeza?

Lo sensato sería que el ministro dimitiera y cruzara de nuevo la puerta giratoria para volver de tapadillo a su empresa de asesoría, aunque ya conocéis que ni ésa ni ponerse para cenar jazmines en el ojal sean costumbres que se estilen. El daño que ha hecho es irreparable porque a ver quién es el guapo que se atreve en el futuro a pediros que repatriéis más pasta cuando el déficit apriete y hasta ahogue.

Afortunadamente, sigue funcionado eso que el Tribunal ha llamado seguridad jurídica y que el populacho conoce como santa rita, rita, que es lo que distingue a nuestra monarquía de esas repúblicas bananeras en las que, por lo mismo, se mete en la cárcel a los ladrones. Lo regularizado, regularizado está, a lo hecho pecho y lo que el Fisco ha perdonado en una declaración tributaria especial que no lo condene el hombre.

Os ruego que no tengáis en cuenta este terrible malentendido que hará que se os pasen por la cabeza muchas cosas, desde pedir la nacionalidad panameña a tomar de nuevo el puente aéreo a la isla de Man, que tiene un clima tan húmedo que provocaba reúma a los celtas y arruga los billetes de 500 euros.

Sinceramente vuestro.

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