Tierra de nadie

El enemigo de Podemos es el aburrimiento

Ahora que Irene Montero nos ha recordado que Podemos es un fuerza coral se entiende mejor la desaparición momentánea de su tenor, al que suponemos haciendo gárgaras para llevar este sábado la voz cantante en el Consejo Ciudadano Estatal, donde dicen que llegará con un pormenorizado diagnóstico de la situación y hasta con un nuevo nombre de pila con el que relanzar la organización. Visto así, no es que Podemos esté en crisis como opina todo el mundo, pero no es descartable que el partido haya vuelto a ser víctima de su propia lucidez, tal y como aventó en su día Pablo Iglesias para explicar por qué la suma con IU en la repetición de las elecciones generales contravino los principios fundamentales de las matemáticas. Se impone pues el bautismo y el marketing.

Los informes de Podemos suelen sorprender porque desafían las reglas del raciocinio y se adentran en la mística. Por lo general, la pizarra de la nueva política es irrefutable y si algo falla en el esquema dibujado con tiza es el país, que sigue abrazado al pasado bailando un chotis, o cierta conspiración mediática que calla mensajes fundamentales para la ciudadanía por su querencia al ocultamiento y su maligna naturaleza. Es de suponer que la inmensa mayoría de sus dirigentes estarán de acuerdo con esta versión de la historia porque la disidencia, en lo que a los diputados se refiere, implica seguir la sesiones varias filas más arriba en el hemiciclo y obliga a tener una vista de lince para no perderse detalle.

Bajo estas premisas es discutible el desgaste y la fuga de votos que auguran las encuestas, algo sobre lo que ya advirtió Carolina Bescansa antes de ser relevada, y que ha utilizado ahora Alberto Garzón para pedir un nuevo rumbo que revierta la tendencia y una reformulación de su alianza que conceda a IU mayor protagonismo y visibilidad en el futuro electoral inmediato. Las críticas de Garzón no han gustado a sus socios, que para las heridas son muy mirados y tienden a recelar de quien hurga así a lo bruto y sin avisar en las llagas abiertas.

Se espera, no obstante, que Iglesias renueve la fe de quienes dudan, de quienes contemplan con preocupación el profetizado hundimiento y no alcanzan a comprender algunos bandazos que serán todo lo estratégicos que se quiera pero que desorientan bastante. ¿Es el PSOE un enemigo, un aliado o, como el marisco, todo depende de si el mes lleva erre o no lo lleva? ¿Aceptamos la monarquía tapándonos la nariz o la repudiamos por inútil y facha? ¿Somos transversales o rojos? ¿Existe autonomía territorial o centralismo piramidal? ¿Se permite la discrepancia o se fomentan las purgas? ¿Hay que ser plurinacionales en Extremadura o sólo en Catalunya?

Hay quien cree que cuatro años después de iniciar su andadura, Podemos tendría que superar la pubertad y adentrarse en una mayoría de edad menos hormonada, olvidarse de las guerras relámpago y centrarse en la pelea diaria, resignarse a no esperar permanentemente otro 15-M, asumir las críticas  y prepararse, incluso, para hacer vieja política, esa que no requiere de golpes de efecto y besos a tornillo pero que, en ocasiones, mejora las condiciones de vida de la gente. Ni lo original es siempre lo mejor ni la crispación es un estado natural de la sociedad que pueda ser gestionada a golpe de tuit. Podemos ha de poder sobrevivir al aburrimiento.

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