Tierra de nadie

Díaz Ferrán, una leyenda

Lo habíamos minusvalorado cuando, en realidad, es un tipo de leyenda. Después de embaucar a sus trabajadores, a Hacienda y a la Seguridad Social y de convertir la sede de la CEOE en parada obligada para El cobrador del frac, Gerardo Díaz Ferrán se ha propuesto chulear a la banca, uno de los tres grandes sueños de la humanidad junto a los de poner un pie en la luna y amorrarse a la fuente de la eterna juventud. En esos términos es como hay que contemplar la presunta venta de Marsans y de buena parte de su grupo a una sociedad llamada Posibilitum, entre cuyo objeto social figura, como no podía ser de otra manera, el negocio de las pompas fúnebres.

La operación de endilgar el muerto a un enterrador, que responde al nombre de Ángel del Cabo y del que se sabe poco salvo que es de Valencia, tiene más trucos que una película de chinos, empezando por el precio, tan supuesto como la venta: 600 millones de euros. A los bancos la maniobra les ha pillado a la luna valenciana, pero ya se han puesto en marcha para recuperar los 240 kilos que les adeudaba el genio de la patronal, que habría vendido en el paquete sus dos únicas sociedades rentables, Newco y Hotetur, cuyas acciones avalaban los créditos. Instado voluntariamente el concurso de acreedores, está por ver que puedan ejecutar la prenda, por lo que es probable que denuncien a Díaz Ferrán por venta fraudulenta, que es a lo que huele esta tostada.

Aparentemente liberado de sus cadáveres, el moroso más célebre al sur del Nervión trabaja ahora para continuar al frente de la CEOE, cuyo comité ejecutivo le hubiera dado mañana el pasaporte, de no ser porque él mismo suspendió la reunión. Confía en que hoy su candidato Terciado venza en las elecciones de Cepyme a su detractor Jesús Bárcenas, un empresario pasado de moda que paga a sus trabajadores y al fisco, y que en la asamblea del próximo día 22 los vicepresidentes que nombró a dedo con criterios muy profesionales, entre ellos su cuñado Arturo, salgan en su defensa.

Con Díaz Ferrán la CEOE ha mostrado al mundo la respetabilidad del empresariado patrio y cómo se puede parar los pies a la banca, sin necesidad de dar un palo a un furgón y hacerse la cirugía estética en Río como hizo el Dioni. Son razones más que suficientes para que continúe y también para hacerle un monumento.

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