Tierra de nadie

Lo de Rajoy no tiene remedio

Se suponía que para triunfar en el debate sobre el Estado de la Nación, que en varios momentos fue el debate sobre el Estado del Estatut, Zapatero debía mostrarse creíble, casi un imposible metafísico. A Rajoy, por su parte, le bastaba con reprimir su tendencia a anunciar el fin del mundo y, ya puestos, dar alguna salida a los que no queremos morir tan jóvenes. La batalla era desigual. El presidente se resignó a no recoger del tinte el traje de mago que acostumbra a utilizar en estas citas, y hay que reconocer que pierde mucho cuando no tira de chistera. Sin conejos a la vista, cualquiera hubiera apostado por Rajoy, hasta que se constató que lo de este hombre no tiene remedio: no deja pasar la oportunidad de desaprovechar cualquier oportunidad que se le presenta.

El PP tiene un problema y es que Zapatero se ha apropiado del que debería ser su discurso. Nuestro leonés adoptivo ha empezado a vanagloriarse de unos ajustes cuasi patrióticos y presume de ser el recortador más rápido que contemplaron los siglos. Como decía Llamazares, el optimista antropológico se ha pasado al equipo contrario mientras los de la camiseta con la gaviota se empeñan en que la liga se acabe cuanto antes, en vez de apuntarse los tantos. En un momento en el que el Gobierno está haciendo exactamente lo que le pedía el PP, a su líder no se le ocurre otra cosa que pedir elecciones anticipadas, pero no para aplicar otra política sino para cambiar las cortinas de Moncloa al gusto de su familia.

Ahí perdió el debate. Porque si la situación es tan terrorífica como la pinta Rajoy –y en parte lo es- nadie entiende que su única receta sea la del quítate tú que yo tengo más reputación, porque a todo náufrago se le larga un cabo. Ello permitió a Zapatero presentarse como el gobernante que yerra y acierta, aunque siempre pensando en el interés general y no en el suyo propio: "He elegido mi camino: tomar las decisiones que España necesite, y voy a gobernar cueste lo que cueste y cueste lo que me cueste"., proclamó con fingida solemnidad. Zapatero se inmola y Rajoy confía en que sea pronto un cadáver para birlarle la chaqueta.

En medio de esta tragicomedia, se nos anunció que el interés de España aconseja que nos jubilemos más tarde y cobremos pensiones más bajas. La suerte –la nuestra- está echada.

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