Tierra de nadie

Urge un nuevo Gobierno

Se nos va Corbacho del Gobierno y, lo cierto, es que no le echaremos de menos. Llamado para endurecer la leyes de inmigración, se despide a lo campeón, con un récord de parados difícilmente imaginable. Sería insensato tomar al todavía ministro como la cabeza de turco del desempleo, aunque el dato no es para que lo exhiba en su currículo. Son más justos otros reproches. Quienes revisen sus enfrentamientos con el gobernador Fernández Ordóñez en debates como el abaratamiento del despido, el retraso de la edad de jubilación o la modificación del sistema de cálculo de las pensiones y observen cómo evolucionaron sus argumentos de un día para otro pueden pensar que Don Celestino no se vuelve a Cataluña a echar una mano a Montilla sino que pasa a dirigir el Servicio de Estudios del Banco de España.

Corbacho era un uno fijo en la quiniela de prescindibles del Ejecutivo y dejará la cartera después de la huelga general del 29 de septiembre, que es la penitencia habitual que arrostran los ministros de Trabajo. La crisis de Gobierno que Zapatero negaba que fuera a producirse a corto plazo por la irrupción en la batalla de Madrid de Trinidad Jiménez tiene ya, por tanto, dos plazas adjudicadas. No serán las únicas si lo que se pretende es impulsar a un Gabinete cuya anorexia política exigiría tratamiento médico urgente.

De nada serviría, por tanto, una remodelación limitada a relevos forzosos y cambios cosméticos en carteras de segundo rango. El sentido común aconsejaría dar entrada a figuras de relieve con las que intentar dar la vuelta a las encuestas en esta última etapa de la legislatura y, de paso, prescindir de alguna de las exhaustas vacas sagradas del Consejo. Podría ser el caso de la vicepresidenta De la Vega, de la que se asegura que tiene una plaza reservada como consejera permanente del Consejo de Estado, un puesto bien remunerado y, lo que es más importante, para toda la vida.

Es necesario un nuevo Gobierno en el que el presidente deje de tratar a los ministros como simples jefes de negociado y una nueva política que trasmita alguna esperanza a un electorado que ya no aprecia diferencia alguna entre la izquierda y la derecha. Una cosa es que Zapatero haya decidido inmolarse y otra que el partido acepte resignado sepultarse con él bajo la pirámide.

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