Tierra de nadie

Las prisas son de Batasuna

Resulta esperanzador que por primera vez en algo más de tres décadas de democracia el final de ETA se vislumbre como un posibilidad cierta, y que el propio entorno de los terroristas se haya convencido de que la violencia no es un opción para conseguir sus objetivos políticos. Es obvio que este nuevo panorama ha sido posible gracias a la acción combinada de dos elementos: la presión policial sobre los activistas y la presión política sobre Batasuna, acorralada por una ley de Partidos contra la que ya no caben recelos tras el pronunciamiento favorable del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Ambos factores han propiciado la derrota de ETA, aunque sea ésta una expresión que sus miembros se resistan a aceptar.

En esta nueva situación la semántica ha adquirido una importancia trascendental. Se desconfía, por ejemplo, del concepto tregua indefinida, y se exige a ETA que declare un alto el fuego unilateral, permanente y verificable como paso previo a la entrega de las armas. Alternativamente, se impone a Batasuna como condición para participar en las elecciones que su divorcio del terrorismo sea completo y creíble, proceso para el que el popular Basagoiti ha llegado a exigir un período de prueba de cuatro años.

Con ETA todas las cautelas son pocas, aunque en lo referente a Batasuna tiene más importancia su condena a la violencia presente y futura que los actos de contrición respecto a un pasado que nadie puede cambiar. ¿Se impide a Mayor Oreja presentarse a las elecciones por negarse a condenar el franquismo o por definirlo como un período plácido de la historia de España? El arrepentimiento nunca está de más, pero sería absurdo que las víctimas del terrorismo o el PP fueran los encargados de calibrar su grado de sinceridad. La izquierda abertzale tendrá que cumplir la ley y será a los jueces, ni siquiera al Gobierno, a quienes corresponda determinar si lo está haciendo o sólo disimula.

Conviene recordar que Batasuna es ilegal porque justifica la violencia y no por su ideario separatista. Defender la independencia de Euskadi o la de Martín Muñoz de las Posadas no convierte a nadie en terrorista. Aclarado lo anterior, está claro quién ha de apresurarse para cumplir las reglas del juego; los demás, al otro lado del tablero, debemos tener esperanza pero no prisa.

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