Tierra de nadie

González enseña sus cloacas

Lo de creerse por encima del bien y del mal, sobre todo de esto último, es un síndrome que suele afectar a los estadistas y a los jarrones chinos, que como todo el mundo sabe vienen a ser la misma cosa. La advertencia es muy útil si lo que se quiere es entender por qué quince años después de abandonar el poder Felipe González asume que la guerra sucia contra ETA no le era ajena ni a él ni a su ministro del Interior, José Barrionuevo, sino que, por el contrario, decidir sobre ella formaba parte de sus responsabilidades cotidianas en el Gobierno. Se equivoca si lo que busca ahora es comprensión porque, como decía Jung, lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se le comprenda por completo.

Leyendo su entrevista de este fin de semana en El País, se intuye que el ex presidente quiere abrirnos su corazón y, en su lugar, destapa una de esas alcantarillas desde las que, según explicó en su día, también se preserva el Estado de Derecho. Ha pasado el tiempo pero el olor de la cloaca sigue siendo nauseabundo. Una democracia no se defiende ejecutando de un tiro en la cabeza a Lasa y Zabala y luego enterrando sus cuerpos en cal viva, ni colocando una bomba en el coche de García Goena. La democracia no traza líneas rectas para cubrir la distancia entre dos puntos. La única razón que no entiende es la de Estado.

Revela González que pudo ordenar el asesinato en Francia de la cúpula de ETA al completo y que aún se pregunta si hizo bien al rechazar la sugerencia. Afirma además que fue Barrionuevo quién dio instrucciones para poner fin al secuestro de Segundo Marey. Ambas confidencias se comentan por sí solas y no admiten atenuantes. ¿Qué tipo de Estado de Derecho es aquel en el que un gobernante puede disponer a su antojo ejecuciones extrajudiciales, aunque sean las de terroristas? ¿Qué clase de gobernante es aquel que recibe una propuesta semejante y se lo piensa? ¿En qué manos hemos estado?

Debe de ser costumbre que los presidentes que nos tocan en suerte hagan la guerra por su cuenta. De la guerra sucia de González contra ETA pasamos a la guerra ilegal de Aznar en Irak. Nuestra único consuelo es que tenemos una democracia fuerte, ya que ha sobrevivido a ambos personajes. La que ahora libra Zapatero contra el déficit se antoja la menos repulsiva de las tres.

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