Tierra de nadie

No entendemos ni las encuestas

Zapatero y quien fuera su ideólogo de cabecera, el diputado José Andrés Torres Mora, han venido a explicarnos estos días que entender las encuestas no es algo para lo que esté preparado cualquiera ya que es un arte semejante a la lectura de los posos del café, sólo al alcance de aquellos que han desarrollado un olfato para la opinión pública casi canino. Alguien poco dotado malinterpretaría los sondeos que sitúan al PSOE a más de quince puntos del PP en intención de voto, pero los realmente entrenados en los secretos de la demoscopia son capaces de contextualizarlos adecuadamente y concluir que no hay motivo de alarma. He ahí su mensaje.

Los ignorantes en esta suerte de nigromancia nos hemos limitado a seguir la evolución del voto y hasta hemos aventurado a los socialistas un batacazo de campeonato. Error. Un sociólogo experimentado como Torres Mora ha ofrecido el argumento definitivo para devolver el optimismo a sus huestes: no es que el PP haya subido sino que el PSOE ha bajado, por lo que la solución es tan sencilla como conseguir que el partido movilice a su electorado natural, que al parecer ha debido de ir al Carrefour a hacer la compra de la semana y no está pero se le espera.

Lo del electorado natural tampoco es un concepto para los neófitos. Según esto, el PSOE tiene unos votantes que son suyos y basta con atraerlos a las urnas para ganar siempre las elecciones, en vista de que el PP sólo es capaz de hacerlo a la manera de Felipe II. Más aún, que IU aumente su representación no depende de que sus dirigentes lo hagan bien sino de que los socialistas lo hagan mal, porque en contra de lo que todo el mundo había pensado no existe el voto útil sino el desencantado, ese que va a la abstención o quiere experimentar que hay vida más a la izquierda para volver luego al redil cual hijo pródigo.

Los que no sabemos nada de encuestas creíamos que los votantes no son niños a los que contentar con un caramelo después de haberles dado palos hasta en el cielo de la boca, hasta que Zapatero nos ha explicado que los sondeos se huelen pero no se comen. Aun así, esto huele fatal.

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