Tierra de nadie

Psicóloga por error

A menudo los políticos intentan ser lo que no son, juzgando erróneamente que sus falsas identidades les harán parecer más altos, más rubios y más guapos, no ya en la imagen que les devuelve el espejo sino en la valoración de los ciudadanos. Actores de sí mismos, a menudo corren el riesgo de quedar atrapados para siempre en el papel que representan. Por esta prisión tan concurrida deambulan dirigentes de la derecha y de la izquierda, a quienes la vanidad ha convencido de que serán capaces de saltar más allá de su propia sombra. Es una tentación contra la que no está de más vacunarse, como al parecer ha hecho Rajoy, al que recientemente algunos periodistas han escuchado definirse con un realismo apabullante: "Soy un hombre imperfecto, como todo el mundo sabe y ha escrito".

La impostura es una característica inherente a los servidores públicos, y hay que suponer que en la intimidad todos aprovechan para llevar sus disfraces al tinte. En todo político hay un Jeckyll y un Hyde, aunque a veces no se sepa cuál de los dos personajes es el que da las ruedas de prensa. Es impensable, por ejemplo, que Aznar sea en su casa a la hora del desayuno el estadista cabreado que acostumbra, que González mantenga hasta en la ducha ese aire profesoral con el anda siempre dando la matraca o, incluso, que Zapatero no aproveche sus ratos de ocio para mandar a hacer puñetas al Bambi que simula llevar dentro.

El fingimiento, claro, tiene sus límites. La vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega, podía intentar convencernos de que era la Hillary Clinton del Poble Nou y le hubiéramos reído la gracia. Lo que es inadmisible es que haya falsificado durante años su currículo para hacerse pasar por psicóloga, hasta que, pillada en renuncio, se ha apresurado a atribuir su licenciatura a un "fallo de transcripción".

Hace dos semanas Javier Viondi, cabeza de lista de IU a la alcaldía de Getafe (Madrid), renunció a su candidatura tras descubrirse que mintió al presentarse como médico. Ortega se ha limitado a lamentar el error. El "gobierno de los mejores" que prometió Artur Mas apunta grandes maneras.

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