Tierra de nadie

Fin de ciclo en Andalucía

Al PSOE se le amontonan los problemas en Andalucía donde, además de tener que lidiar con una tasa de paro cercana al 30%, la corrupción de los ERE, el fraude en las ayudas de la UE a la contratación y sus propias batallas internas, han irrumpido en escena las andanzas de Iván Chaves, el hijo del expresidente de la Junta y vicepresidente del Gobierno, que ayer mismo se veía obligado a proclamar que nunca ha favorecido a sus familiares y retaba a acudir a los tribunales a quien pudiera demostrar que su retoño se había enriquecido utilizando el apellido paterno.

De los hijos de los primeros espadas de la política hay varios hechos incuestionables. Uno es su facilidad para escapar a las garras del desempleo y el otro su querencia por determinadas profesiones, y entre ellas una pasión desmedida por el asesoramiento empresarial. El hijo de un político no suele hacerse fontanero o astrofísico sino consultor, y si se encuentra abiertas de par en par las puertas de las consejerías o las cajas de ahorro y le llueven los contratos es por su valía y su desparpajo, nunca por sus relaciones o sus influencias. El aplicadísimo Iván no iba a ser la excepción a esta regla sagrada.

El chico de Chaves no es el Juan Guerra de los cafelitos y el despacho en la delegación del Gobierno. Es un visitador diplomado en el St. Michael's School, un licenciado universitario que ejemplifica la transformación de Andalucía. Quienes crean que su padre disfrutó con la lapidación de la que fue objeto Alfonso Guerra, su íntimo enemigo, a cuenta de las peripecias de su hermanísimo allá por los 90, encontrarán en el caso cierta justicia poética, un descarnado bucle histórico. En referencia a la tropa familiar, ya decía Romanones que si no existieran hijos, yernos, hermanos y cuñados los jefes de Gobierno se ahorrarían muchos disgustos.

No es por desmentir a Griñán, pero si lo que está ocurriendo al sur de Despeñaperros no es el final de un ciclo se le parece bastante. Tan mal están la cosas que Javier Arenas, el hombre que más elecciones ha perdido sin despeinarse, podría salir a empujones del Guinness de los récords.

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