Tierra de nadie

Igualdad ante la mopa

Para que no se diga que no aprendemos de los errores, los organizadores del debate electoral de este lunes se cuidaron muy mucho de evitar la imagen de abril cuando, junto a los cuatro señores candidatos que se preparaban para batirse el cobre por España, dos señoras de la limpieza pasaban la mopa para sacar brillo al escenario. Con la lección aprendida, en esta ocasión se cumplió a rajatabla la paridad a la hora de limpiar el polvo, lo que habla a las claras de lo que ha avanzado este país en materia de igualdad de género. De ahí a que alguna mujer ocupe los atriles sólo hay un pequeño paso para el hombre pero, como ha de ser hacia atrás o a un lado, todavía seguimos ensayando la coreografía.

En algún momento habrá que preguntar por qué es necesario abrillantar el suelo un minuto antes de que comience el show, y si se debe a que seguimos dejando todo para el último momento o a que nuestros dirigentes y su corte de asesores no se limpian los zapatos en el felpudo a la entrada y lo ponen todo perdido con sus zapatos de tafilete. El caso es que allí estaban hombres y mujeres al unísono ejercitándose en las artes marciales más básicas de dar cera/pulir cera, para que inmediatamente después los que repartieran cera fueran nuestros admiradísimos líderes, varones todos ellos.

Por este asunto llamó la atención la moderadora Ana Blanco al introducir el bloque de igualdad, y el contrasentido que suponía esa foto sin ninguna mujer en el debate. Los únicos que se sintieron aludidos fueron Pablo Iglesias, que confió en que esta fuera la última vez en la que ninguna mujer aspire a la presidencia del Gobierno, quizás anticipando de nuevo que su abdicación en Irene Montero está próxima, y Pedro Sánchez, que presumió de que su gabinete es el de mayor representación femenina del mundo mundial. Ni siquiera hubieran hecho falta estos comentarios porque el feminismo de nuestros políticos está acreditadísimo, especialmente el de Santiago Abascal que es de los que defienden a las mujeres expulsando a los inmigrantes porque son muy violadores y que si pide prohibir el aborto es para que todos seamos iguales porque entre los hombres no hay ninguno que interrumpa su embarazo.

En general, corregir la desigualdad de género es una obsesión para nuestra dirigencia masculina, y cuando escuchan que las mujeres cobran en España en torno a la cuarta parte que los hombres o que es más difícil ver a un mujer en un consejo de administración que tejer un jersey a un pulpo les damos el día. Para evitarse estos disgustos no hay que decirles, por ejemplo, que su tasa de actividad es más baja que la de los hombres y mayor la de desempleo pese a tener más formación, que están condenadas a la precariedad porque el 75% de los millones de contratos basura que se firman son de mujeres, que sus pensiones son algo más del 60% de lo que cobran los hombres y que esas medidas de conciliación que parecen estupendas lo que están provocando es que sean ellas las que salgan del mercado laboral.

A poco que se siga la campaña electoral cualquiera se da cuenta que el asunto del terrorismo machista compite en importancia con el de Cataluña ya que ambos nos tienen en un sinvivir, especialmente a ellas en el primero de los casos. No hay asesinato de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas que no sea condenado al momento de forma unánime, y lo que extraña es que haya tantos –más de 50 en este año- porque las facilidades para que las mujeres puedan protegerse de sus maltratadores  -pisos de acogida, ayudas, empleos...- son extraordinarias. De igual manera, nuestra Justicia es implacable contra las agresiones sexuales, ya sean de manadas o lobos solitarios, aunque para algunos magistrados sea difícil distinguir entre una violación y una orgía.

En definitiva, el país sigue derribando fronteras y techos de cristal, aunque luego sean mujeres las que tengan que recoger los vidrios del suelo. Este lunes, sin embargo, se ha dado un paso definitivo. La igualdad ante la mopa o ante la escoba nos hace más civilizados, más estupendos, mejores como sociedad. Ahora sí que sí, y no es un eslogan.

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