Tierra de nadie

Las fuerzas del cambio no cambian

No está claro si la costumbre de enjaular a los grillos procede de Japón o de China, donde se cuenta que las concubinas del emperador acostumbraban a mantenerlos en bellas mazmorras de bambú o de oro y hasta en vasijas hechas con calabazas para que el canto acompasara sus sueños. La tradición de los grillos cantores ha debido perderse por eso de que el laborioso pueblo chino madruga bastante pero se ha mantenido, en cambio, la del adiestramiento de estos insectos como gladiadores, y la de celebrar combates de dos individuos en una pequeña caja. Convenientemente irritados con palillos, los grillos se enfrentan y un jurado les puntúa según reglas centenarias. Algo parecido ocurre en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid dentro de la bella caja del Palacio de Cibeles. Allí los grillos no cantan sino que se pelean sin regla alguna.

La nueva crisis de Ahora Madrid tiene su origen en la disputa con Montoro a cuenta del Plan Económico y Financiero del Consistorio. La querella había provocado la tutela semanal de las cuentas municipales por parte de Hacienda aunque, después de dos años de enfrentamientos, parecía resuelta tras avenirse la alcaldesa a cumplir con los requerimientos y reducir el presupuesto de 2018 en 240 millones de euros e incluir en el de 2017 los recortes ya acordados. De la negociación se apartó al concejal de Economía, Carlos Sánchez Mato, que aún así fue quien llevó con su firma el plan a la Junta de Gobierno del pasado viernes en la que se aprobó. La oposición de Anticapitalistas e IU a la "claudicación" y su amenaza de votar en contra en el Pleno de este lunes ha determinado la destitución de Sánchez Mato y un carajal importante.

De cómo el Ayuntamiento ha rebajado la deuda de 5.936 millones que heredó de la señora del relaxing cup hasta situarla por debajo de los 3.700 millones al tiempo que crecían más de un 150% las inversiones y el gasto social ya se ha hecho suficiente glosa. De la arbitrariedad de una regla de gasto que castiga a los cumplidores, hace la vista gorda con los afines y que está ahora mismo en solfa en el Congreso, también, así como de una gestión que ha permitido acabar con la privatización de servicios, los sobreprecios en las adjudicaciones y que ha desenterrado grandes y pequeñas corruptelas de la época anterior, méritos que cabe atribuir al edil destituido.

Es indudable además que los recortes impuestos afectarán, como se ha denunciado, a la esencia misma del programa de Ahora Madrid y que impactarán en partidas destinadas a ayudas sociales, construcción de bibliotecas y centros educativos, infraestructuras viarias, ampliación de zonas verdes y a mejoras salariales ya pactadas con los trabajadores municipales. ¿Para qué tener superávit después de cumplir con el correspondiente pago de la deuda si luego no puede destinarse a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos?

Habrá quienes defiendan el plante de los ediles críticos con el acuerdo y quienes entiendan el golpe de autoridad de Carmena ante la revuelta, pero lo que resulta incomprensible es la incapacidad de unos y otros para detener el golpe, para diseñar una estrategia común y apaciguar esa tendencia suicida que suele dividir a la izquierda en grupos impares menores de tres.

Nadie está dispuesto a diferenciar ámbitos, de manera que la gestión pública y las rencillas partidarias se entremezclan hasta alcanzar un nivel de agudos que ni el famoso coro de los grillos cantando a la luna daría el tono en su mejor serenata. No es serio que la pelea –que ya ha comenzado- por el diseño de la próxima candidatura municipal afecte al gobierno de Madrid, y que el pulso por las cuotas de poder degenere en una trifulca institucional que empañe lo conseguido. Las fuerzas del cambio no cambian.

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