Tierra de nadie

El superdotado Pablo Casado

Hay un proverbio armenio que aconseja ser previsor y anticiparse a los acontecimientos, reparar en invierno la carreta que se usará en verano y hacer lo propio con el trineo cuando el sol haya derretido la nieve y agoste los campos. Puede que el verano sea para algunos la época en la que no tener nada que hacer y tener todo el tiempo del mundo para hacerlo, pero no para los armenios ni para Pablo Casado, quien, a falta de trineo desencolado, a lo que siempre se ha dedicado en el estío es a completar su formación académica, a dar lustre a su currículo con cursos de un par de horas en Georgetown y en Araharvard, cuando no podía comprarlos de saldo en la Rey Juan Carlos. No es que Casado haya conseguido los títulos con el sudor de su frente, aunque hubiera tenido que estar muerto para no transpirar con el mercurio disparado en esos meses de canícula.

Por la última revelación de El Mundo hemos sabido que la luminaria del PP demostró en el verano de 2007 que era una máquina de estudiar, un superdotado de los codos capaz de aprobar en cuatro meses 12 de las 25 asignaturas de la carrera de Derecho, todo un récord para quien había tardado siete años en superar las restantes. Lo hizo, como él mismo ha declarado, dándolo todo en un "esfuerzo definitivo" porque, tras año y medio empollando como un loco sin examinarse no había secretos penales, procesales, administrativos o tributarios que se le ocultaran. Coincidía todo ello con su elección como diputado autonómico por Madrid, siendo como era presidente de Nuevas Generaciones del PP, y con múltiples llamadas de dirigentes del partido al Centro de Estudios Superiores Cardenal Cisneros, adscrito a la Universidad Complutense, para que obtuviera la licenciatura por lo civil o por lo militar, según destaca el citado diario.

En resumen, tras agotar las convocatorias en Icade, que fue donde inició el maratón allá por 1999, Casado trasladó su expediente al Cardenal Cisneros. En febrero de 2005 se matrículó de 13 de las 18 asignaturas que le quedaban aunque sin examinarse de ninguna. Al curso siguiente repitió jugada y aprobó seis. En el 2006-2007 lo hizo de las 12 asignaturas que le quedaban y entre junio y septiembre dio la campanada, y ello pese a sus múltiples ocupaciones en política. Y es que los dos meses de vacaciones que la Asamblea de Madrid da a los diputados regionales le cundieron de lo lindo.

El relato de El Mundo asegura que Casado disfrutó de todo tipo de facilidades, desde no acudir a las clases y sustituir exámenes por trabajos a convalidaciones extraoficiales, y todo ello en medio de presiones de distintos cargos del PP –se menciona a su ‘madrina’ Esperanza Aguirre aunque ella lo niega- para que el muchacho pudiera colgar el título en la pared, que eso viste más que un bodegón al óleo. Casado cree que se le difama y se le injuria, y es muy posible que si se querella no lleve el caso él mismo porque ya se sabe que el Derecho se oxida más que el hierro a la intemperie.

Como ocurriera con su máster de la Rey Juan Carlos, que ya es objeto de investigación en un juzgado de Madrid, el que fuera ojito derecho de Aznar, izquierdo de Aguirre y garganta poco profunda de Rajoy ha desplegado para su defensa una desenfrenada carrera por televisiones y otros medios, donde de tanto hacerse presente ya se le saluda como si estuviera en nómina.

En este caso sólo hay dos opciones posibles: o existe un trato de favor incompatible con ese cuento del mérito, la equidad y el esfuerzo que debieran ser los pilares de la educación o nos encontramos ante una lumbrera tardía, un portento de la memoria, un ejemplar único de estudiante aplicado que merecería ser recompensado con distinciones académicas de relumbrón o becas pagadas para cursar un máster en Oxford, de esos que se hacen allí y no en la sierra de Madrid y que duran algo más de media hora desde que uno entra en el aula.

Los que admiran a Casado por sus incontables méritos desde los tiempos en los que era el chico de los recados de doña Esperanza y demostró que se podía viajar a Cuba para girar visita a la disidencia sin causar bajas entre sus filas -algo de lo que no todos pueden presumir-, se inclinan por la segunda opción y esperan que, tras su pretendida candidatura al Ayuntamiento de Madrid, la capital cuente por fin con un alcalde ilustrado que en los veranos se seguirá preparando para que el currículo no le quepa en un tomo del Espasa. Sobre Casado hay depositadas grandes esperanzas, a la manera dickensiana.

 

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