Espejos extraños

Silencios ruidosos

Traducción de Antoni Aguiló

Cuanto más autoritarias e injustas son las sociedades, más recurren al silencio y al silenciamiento para gestionar los conflictos sociales. Hay silencios coyunturales, derivados de las estrategias de las élites políticas nacionales y sus aliadas transnacionales, y silencios estructurales que ahogan la rabia o la desesperación de los individuos víctimas de la injusticia y la discriminación. He aquí un ejemplo de los primeros. Los portugueses (y los españoles) están siendo objeto de una gigantesca operación de silenciamiento del sufrimiento social para asegurar la continuidad de las políticas de austeridad en el próximo ciclo electoral. Los portugueses están siendo convencidos de que su situación no sólo es muy diferente a la de los griegos, sino que además evoluciona en sentido contrario. Ello debido al desempeño del gobierno y al espíritu de sacrificio de los portugueses. Los datos disponibles cuentan otra historia, pero por ahora son fácilmente descartables. Si bien es cierto que la recesión causada por la austeridad desde 2010 ha sido incomparablemente mayor en Grecia que en Portugal, no lo es menos que ambos países se han empobrecido y retrocedido más de una década, al tiempo que sus deudas (pública y privada) aumentaban extraordinariamente. A finales de 2014 la deuda externa (líquida) de Grecia correspondía al 132% del PIB, la de Portugal al 103%. Entre 2010 y 2015 la deuda externa (líquida) de Grecia aumentó 29 puntos porcentuales del PIB y la portuguesa 21,6. Y hay tener en cuenta, también, que ambos países se han visto afectados por el mismo círculo vicioso de la vulnerabilidad: condiciones preexistentes llevaron a intervenciones externas austeritarias que han agravado la vulnerabilidad. Por otro lado, la emigración de cuadros jóvenes altamente cualificados tiene una dimensión similar en ambos países. Desprovistos de muchos de sus mejores jóvenes y enfrentados a una deuda impagable, ambos países están condenados al subdesarrollo durante décadas. ¿Por qué entonces tanto ruido sobre el caso griego y tanto silencio de las principales fuerzas políticas nacionales y de las instituciones europeas sobre la preocupante realidad de la deuda portuguesa?

Tras las elecciones llegarán las malas noticias. Pero incluso estas serán estadísticas, es decir, abstractas, incapaces de romper el silencio estructural del sufrimiento individual o familiar, aunque este afecte a miles de individuos o familias. Echemos un vistazo a este caso reciente de una joven de clase media caída de manera abrupta en la pobreza: madre de dos hijas menores, ambas a su cargo,  parada sin recibir ningún tipo de prestación por desempleo o cualquier otro ingreso colateral. Solicita a la Seguridad Social (SS) la Renta Social de Inserción (RSI). Solicitud denegada. Razones: por un lado, con relación a una de las hijas, como los abuelos constituyeron una cuenta en la Caixa Geral de Depósitos, donde van depositando dinero que estará disponible cuando la niña sea mayor de edad, esto se considera un rendimiento disponible..., a pesar de que sólo estará disponible dentro de unos años. Por otro lado, en relación con la otra hija, se considera que la pensión por alimentación que recibe constituye un rendimiento de la madre..., a pesar de que por ley la pensión esté consignada a los gastos específicos de la hija.

Al igual que mucha gente corriente en su situación, esta madre no entiende el comportamiento de la SS y cree que, además de injusto, es ilógico. Sin embargo, por mayor que sea el desamparo en que se encuentra, su voz se ahogará contra el muro burocrático, hostil y persecutorio en que la SS se está convirtiendo. Su caso siempre será un caso individual y, por tanto, irrelevante, incluso aunque miles de casos similares afecten a miles de ciudadanos. El Estado burocrático, impersonal, no se deja impresionar por dramas personales, individuales. En tiempos de imposición de la austeridad a los ciudadanos más vulnerables, cualquier pretexto es bueno para abdicar de las responsabilidades del Estado, por ilógico e injusto que sea. El silenciamiento estructural del ciudadano herido en sus derechos deriva de la pertinencia del Estado para seguir proclamándose Estado de bienestar cuando subrepticiamente se convierte en Estado antisocial.

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