Estación Término

Las incoherencias del turismo de la muerte

Fernando Pedrós
Periodista, filósofo y miembro de Derecho a Morir Dignamente (DMD)

 

Investigadores de la Universidad de Zúrich acaban de publicar en la revista Journal of Medical Ethics resultados de un estudio sobre los casos de personas extranjeras que entre los años 2009 y 2012 acudieron a morir a Suiza mediante suicidio asistido. Se sabía que en Suiza (cantón de Zúrich) había varias clínicas que atendían lo que se llama el ‘turismo de la muerte’ ya que en el país está aceptada esta ayuda para morir, pero ahora el estudio nos aporta cifras y otros datos de interés sociológico. En concreto han sido 611 personas las que viajaron en cinco años para poner fin a su vida. Suiza es el país de emigración para muchos enfermos procedentes de 31 países. De estos turistas que buscan su liberación de una vida no grata, doliente, 268 fueron alemanes, 126 del Reino Unido y 66 de Francia...

 

En sus países no tienen libertad para morir ni siquiera mediante un suicidio asistido, pero sí tienen derecho a emigrar en busca de la muerte liberadora. Para poder gozar de la autonomía personal en la fase última de cara a la muerte y poder decidir su propia muerte, el español y otros muchos ciudadanos europeos tienen que valerse del turismo de la muerte, emigrar y buscar un espacio de libertad para poder morir a tiempo. Y Suiza que acepta la muerte por suicidio asistido acoge en asilo a estos enfermos para morir. De España solo han viajado 8 enfermos. Son pocos, en buena parte por desconocimiento, y también por los costes que conlleva el viaje y la estancia en la clínica y porque hay enfermos que por sus circunstancias extremas no pueden emprender un viaje de estas características pues no se puede convertir un avión comercial en un hospital adecuado.

 

Los ciudadanos británicos son los segundos en el elenco que hace el estudio y por ello puede ser relevante y significativo el caso del enfermo inglés Tony Nicklinson. Su mujer solicitó que su marido pudiera suicidarse con ayuda médica, pero el tribunal se lo denegó. Recurrió al Tribunal de Apelación, pero cuando este tribunal dictó sentencia el 31 de julio de 2013, la viuda de Nicklinson pudo conocer la sentencia, pero su marido había fallecido un año antes en plena batalla legal por el derecho al suicidio asistido. El problema de la sentencia no era sin más que llegaba tarde sino que el tribunal rechazaba que un médico pudiera ayudar a suicidarse a una persona que esté imposibilitada para hacerlo por sí misma. Sí, en cambio, aceptaron en aquella sesión los jueces a que otra persona, a quien la prensa daba el supuesto nombre de Martin, pudiera recurrir a la atención de un médico o una enfermera en caso de emigrar a Suiza para poder quitarse la vida en la clínica Dignitas.

 

A simple vista y haciendo uso de un sensato sentido común resulta incoherente que los jueces no permitan que un enfermo reciba la ayuda de un médico para poder suicidarse en su propia casa y, sin embargo, se considere oportuno que tome un avión y se exilie con intención de encontrar un lugar donde el suicidio asistido sea legal y pueda morir. Es el juego del deshojar la margarita del ‘sí legal’ o el ‘no legal’ para poder morir. La legalidad puede parecer, pues, una realidad al menos en este caso extremo de escaso valor o más bien una formalidad un tanto mostrenca.

 

La Asociación Humanista Británica que había apoyado a los dos demandantes en su batalla en tribunales lamentó en un comunicado la sentencia del tribunal y respecto a los enfermos demandantes comentaba que venían a representar "a la mayoría de más del 80% de la opinión pública británica que apoya su lucha". Además, homologar tanto el suicidio asistido como la acción eutanásica con el homicidio es algo totalmente contrario al contenido del artículo 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos que dice que "toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia" y la vida privada e íntima de la persona es más respetable que el mismo domicilio que no se puede allanar. Sin embargo, en España prohibiendo el suicidio asistido y la eutanasia se allana casi por rutina la privacidad e intimidad personal del ciudadano.

 

Uno de los objetivos del trabajo de la Universidad de Zúrich era conocer si el fenómeno sociológico del turismo del suicidio hacia Suiza tenía alguna relación con debates públicos o posibles cambios legales en los países de donde proceden tales turistas. El estudio concluye que "en los tres países que más turistas envían hay debate político sobre esta cuestión". Pero los políticos y legisladores en España parece ser que su despreocupación por la realidad y por estos estudios les mantiene insensibles a cómo se muere en España.

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