Estación Término

Ojalá regrese la decencia

Fernando Pedrós
Periodista, filósofo y miembro de Derecho a Morir Dignamente (DMD)

 

Ayer desayunaba con el deseo de Emilio Lledó: "Ojalá este domingo regrese la decencia". "Ojalá" asentí en mi interior al maestro del pensar y de pensares. A las pocas horas un amigo me enviaba un manifiesto en que un buen número de médicos proclamaban su deseo de una decencia, en concreto en el campo sanitario: ‘Manifiesto contra la precariedad laboral sanitaria’, sobre todo en la Atención Primaria.

 

Está visto que donde hay tal movilidad de piezas no puede darse una calidad sanitaria y esta necesita -lo sabemos bien los pacientes- de la estabilidad de los profesionales que está reñida con los vaivenes demasiado frecuentes: médicos suplentes, eventuales, profesionales a tiempo parcial, honorarios milleuristas o incluso submilleuristas...

 

Yo me adhiero como paciente a la propuesta manifiesta de estos médicos y rechazo de plano que "en la gestión se ha implantado una cultura sin fundamento humano ni científico que considera al personal como pieza intercambiable. Son sistemáticos los contratos eventuales, incluso por horas y para cometidos diversos. Es lo que llamamos precariedad laboral (en el sentido de enorme temporalidad, gran vulnerabilidad, bajo nivel salarial y falta de derechos sociales)".

 

Al leer los diversos puntos denunciados en el Manifiesto los pacientes podemos ser conscientes de las verdaderas causas de la desazón, el malestar y las quejas de muchos usuarios de la sanidad en los ambulatorios donde a veces en lugar de dar con un médico de familia se encuentran con un médico ‘de ventanilla’ al que cambian como a la cajera de un supermercado. Los pacientes sabemos por experiencia que el médico de atención primaria nos acompaña a lo largo de los años y que sin duda el valor y la calidad de esta atención está en el concepto de médico y enfermera de cabecera, especialistas en medicina de familia, que conocen a toda la familia, los padres, los hijos e incluso a los abuelos. Y esta continuidad en el conocimiento y seguimiento de los padecimientos de los ciudadanos es incompatible con la precariedad, con contratos de días o semanas, con acudir a un sistema hospitalario que medicaliza su vida utilizando la tecnología en muchas ocasiones de forma desproporcionada porque a cambio no se obtiene una mejora de salud, que sin duda –en opinión de muchos profesionales- podría obtenerse ya en primera instancia con médicos de cabecera dotados de estabilidad, tiempo de atención, sensatez y menos aparatos.

 

La precariedad, además, destroza, como se expone en el manifiesto, la correcta relación médico-paciente necesaria para la dimensión humana que el acto médico ha de tener. Siempre he creído que la atención sanitaria es una tarea que ha de estar impregnada de humanismo. Sin dimensión humana (más allá de lo puramente técnico) no hay relación interpersonal donde pueda darse una comunicación no solamente de síntomas y dolores sino de valores, preferencias, decisiones... La gestión, pues, del sistema sanitario ha de advertir que a los ambulatorios y hospitales llegan enfermos –personas- con sus afecciones y dolencias, y no pasan sin más las enfermedades por un médico de ‘ventanilla’.

 

Vuelvo al comienzo de este escrito: "Ojalá este domingo regrese la decencia". Ojalá. Porque la miopía de los gestores es alarmante. Tomando como excusa los recortes, el afán de ahorro inmediato, suprimiendo gastos de personal, se genera a medio plazo mucho más gasto sanitario y, lo que es muy grave, más sufrimiento en los ciudadanos, que llevados de un médico a otro, y derivados de un centro a otro, quedan a la deriva con sus enfermedades.

 

Ojalá regrese la decencia. Y en vísperas del domingo que puede traernos cambios yo me adhiero de pleno a la protesta de los médicos de primaria.

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