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Francia retrocede 50 años al considerar la nutrición e hidratación cuidados que el paciente no puede rechazar

Fernando Marín
Médico de ENCASA, especialista en Cuidados Paliativos  y presidente de DMD Madrid

 

En marzo de 2015 la Asamblea Nacional aprobó con una amplia mayoría una ley sobre el final de la vida que ahora el Senado pretende cargarse, dejándola vacía de contenido. El Senado mata la ley sobre el final de la vida, expresa una periodista, dejando a la luz las ambigüedades de una ley demasiado tímida.

 

Los senadores preconizan que la sedación profunda ya no sea "continua hasta el fallecimiento", a pesar del consenso existente en toda Europa que acepta que la sedación terminal pueda acelerar el fallecimiento, siempre y cuando su objetivo sea el alivio del sufrimiento. Esta sutileza ha sido barrida de un plumazo por el Senado, una actitud que causa estupefacción en los expertos. Por ejemplo, el profesor Didier Sicard, que dirigió en 2012 una comisión de estudio, asiste "con tristeza a esta vuelta hacia atrás, como si el senado se negase a tomar en cuenta los numerosos debates durante los cuales se expresó la sociedad civil. Quitar lo más importante es equivalente a anular el inmenso trabajo realizado".

 

Pero la máquina para retroceder en el tiempo en la que se han metido los senadores franceses no sólo afecta a la sedación, sino también a la hidratación y la alimentación artificial, que no consideran "tratamientos", sino "cuidados", no rechazables ni por el propio paciente. En ese caso, el dictamen del Consejo de Estado y de la Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH), que autorizan a dejar morir por rechazo de tratamiento a Vincent Lambert quedarían sin efecto.

 

En 1988 la Academia Americana de Neurología, en su posicionamiento sobre el estado vegetativo persistente, dejaba rotundamente claro que la nutrición e hidratación artificial es un tratamiento médico más: "La Academia reconoce que la decisión de suspender el suministro artificial de fluido y nutrición puede tener un significado simbólico y emocional para las partes interesadas y para la sociedad. Sin embargo, la decisión de suspender esta clase de tratamiento debería tomarse de la misma manera que otras decisiones médicas, p.e., basadas en una evaluación cuidadosa del diagnóstico y pronóstico del paciente, los beneficios esperados y las cargas del tratamiento, y las preferencias que ha manifestado el paciente y la familia".

La Academia cree que este criterio es coherente con los principios médicos, éticos y legales que prevalecen, pero sorprendentemente los senadores franceses, influidos por el tsunami social del "matrimonio para todos", en lugar de atender los criterios profesionales, han preferido situarse junto a la iglesia católica y a los fundamentalistas de la vida biológica. Muy confesional.

 "No veo cómo vamos a poder ayudar a Vincent Lambert a morir", dice una médica experta en bioética en el artículo citado: "es un auténtico retroceso, pero por lo menos el Senado habla claro y enfrenta a los políticos con sus responsabilidades: la ley no era suficientemente clara y no asumía con nitidez que a veces, en ciertas situaciones, se tiene la intención de ayudar a la gente a morir. A fuerza de hipocresía y de no llamar a las cosas por su nombre, nos hacemos un lío".

 

En la misma línea otro médico dice que "los senadores abordan problemas que se quisieron resolver con demasiada rapidez. Todo el mundo sabe que esta ley era una especie de transición, de etapa. Tal vez sea mejor revisarla para clarificar las cosas. Tenemos que llamar las cosas por su nombre: habría que inscribir en la ley una "excepción de eutanasia", muy regulada. Y trabajar para reinventar los cuidados paliativos".

 

La historia demuestra que legislar derechos civiles, y contentar a todos, es imposible. Siempre habrá sectores reaccionarios que se manifiesten contra el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia, etc., etc., utilizando toda su fuerza propagandística para atemorizar y confundir a la población. No es nuevo, son siglos de manipulación.

 

Hollande prometió "una asistencia medicalizada para morir con dignidad", que se quedó en una propuesta ambigua que ha sido presa de las minorías conservadoras. Todavía hay una oportunidad, la Asamblea Nacional tendrá la última palabra. "Los enfermos, sus allegados y sus médicos necesitan imperativamente claridad".

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