Estación Término

La falta de libertad nos pone de rodillas

Fernando Pedrós
Periodista, filósofo y miembro de Derecho a Morir Dignamente (DMD)

 

Estas líneas son continuación de los párrafos de mi comentario de la semana pasada. Es un aviso al lector por si le interesa o no leerlo. Continúo el comentario porque para mí recortar la libertad, aunque sea por pequeños cortes sucesivos- es poner de rodillas al hombre. Los españoles en pleno siglo XXI no tenemos mucha suerte, estamos viviendo una época de plomo y parece que se nos quiere volver a los tiempos del señor feudal: todos de rodillas ante un gobernante autoritario o déspota.

 

En 1997 el Convenio Europeo sobre Derechos Humanos y Biomedicina (Convenio de Oviedo) estableció el derecho a la información clínica, al consentimiento y al testamento vital. Este convenio del Consejo de Europa entró en vigor en el Reino de España el 1 de enero de 2000 y posteriormente en 2002 la Ley de Autonomía del Paciente, de acuerdo con el Convenio de Oviedo, fue la primera norma jurídica española que desarrolló los derechos del paciente y convirtió al enfermo en actor y protagonista de la relación médico-enfermo hasta el punto de que solo, cuando el enfermo da su consentimiento a la propuesta terapéutica del médico, se enciende la luz verde para que dicha actuación tenga validez ética y legal para ser ejecutada.

 

Pero hace dos meses el PP aprovechando la actualización de la ley de amparo de la infancia y de la adolescencia ha metido de soslayo una disposición final que arrebata una parcela de la capacidad de la autonomía del enfermo y de su capacidad de decisión. Así los representantes legales y familiares de menores bajo tutela o en situación de no suficiente capacidad mental para decidir, si su decisión –consentimiento o disentimiento- no va orientada al beneficio de la vida y de la salud, no será tenida en cuenta y prevalecerá la decisión del médico. Con esta medida el Convenio internacional de Oviedo, los artículos 1 y 2 de la Ley de Autonomía del Paciente se van en buena parte al garete. El criterio de que siempre la decisión -del representante legal o el de los familiares allegados al enfermo menor o al enfermo que no está en condiciones mentales adecuadas- ha de atender "al mayor beneficio para la vida o salud del paciente" está diciendo claramente que ante todo hay que prolongar la vida del paciente por todos los medios y que quienes por él deben decidir consideren lo contrario y no acepten la decisión médica, la cuestión habrá que ser llevada ante la autoridad judicial.

Congreso

Así la derecha devora las libertades incluso la del enfermo aprovechando un recoveco de una ley cuyo objetivo era otro. Pero para quien tenga valores y sienta su propia dignidad la libertad está por encima de todo y prefiere morir de pie a vivir de rodillas. Para el PP parece ser que es preferible vivir, continuar –aun con una vida indigna- pues la vida es un ídolo ante el que hay que doblegarse. Un ídolo tanto para la doctrina católica como para la ideología hipocrática vigente en cabezas de la oficialidad médico-institucional.

 

El PP se olvida de que la Ley de autonomía del paciente regula que cuando el enfermo está inconsciente el representante legal o los familiares cercanos, que conocen y pueden hablar de los valores y de la intimidad del paciente, sean quienes tengan la palabra. Pero no, el PP todo lo deja en manos del médico que busca la continuidad de la vida, que sí podrá hablar de datos referentes al organismo del paciente, pero nada de la intimidad y de los valores personales y preferencias que han de marcar y dar sentido a una decisión.

 

Y ante esta fechoría, ¿qué ha hecho el resto de partidos? Un amigo médico me ha pasado el texto de las enmiendas que se presentaron. Su lectura me ha desilusionado. Solo Izquierda Plural presentó una enmienda a la totalidad, pero para mi sorpresa lo hizo con la justificación de que se daba una colisión de competencias con las comunidades autónomas. Una razón administrativa cuando la libertad está muy por encima del reparto del poder del Estado. En pocas palabras, el pensamiento crítico ha fallado, no ha habido en los partidos un sentimiento profundo que impulsase el ansia de libertad. Y ante el bocado devorador de la derecha los partidos que se dicen de izquierda no han dado, en mi opinión, la batalla debida. La oposición no puede quedarse impasible pues no solo la persona se queda amputada en una parcela de su libertad sino que la derecha no cejará en sus planes de ir implantando el dominio feudal. La izquierda me ha sorprendido y desilusionado en esta batalla, pues sin ansia y hambre de libertad no existe una izquierda real. No basta con luchar por el Estado de bienestar y en defender la vida a secas pues ante todo hay que ser personas, cosa imposible sin libertad plena, sin capacidad de autodeterminación.

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