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Eutanasia en Bélgica: hay quien tropieza en su misma trampa

Fernando Pedrós
Periodista, filósofo y miembro de Derecho a Morir Dignamente (DMD).

La muerte de una menor de edad por eutanasia en Bélgica hace unos días parece ser que ha sido noticia y para algunos un tanto alarmante. Más bien diría que ha sido una información que más bien pronto que tarde debía llegar. Hay quien me dirá que ha sido toda una verdadera sorpresa, pero es obvio que alguna vez tenía que darse el primer caso de una realidad que está legalizada y regulada.  En mi opinión lo novedoso es que a estas alturas de la vida belga se haya vuelto a levantar la controversia que parecía superada. La eutanasia ya no puede ser noticia ni menos sorpresa en los países del Benelux ni lo es en Canadá. Todos saben que ha sido la primera menor de edad que muere por eutanasia y solamente ahí está la novedad. Es el primer caso de un menor porque eutanasias está habiendo desde que se aprobó la ley en el año 2002.  Y hace dos años se modificó la ley o mejor dicho se amplió a la posible muerte de menores. Y de nuevo -por desgracia para la moral pública y para la convivencia política- haciendo pie en la novedad del primer caso de un menor se vuelve a la controversia de la ley.

La ley fue aprobada para adultos, y más tarde fue extendida a los menores de edad que tuvieran "capacidad de discernimiento". Ya a finales de noviembre de 2013 en vísperas de la votación definitiva de la ampliación de la posible elección de eutanasia por parte de los menores en el Senado volvía la confrontación de opiniones y la prensa recordaba que todas las opciones respecto a la eutanasia son respetables y que la ley y su ampliación no suponía ninguna obligación sino establecer posturas alternativas que el ciudadano libremente podía decidir. "Por lo que a nosotros respecta -decía, por ejemplo, el diario Le Soir- estimamos la ampliación del derecho a los menores algo indispensable y urgente. El texto nos parece extremadamente pertinente al no imponer una edad límite sino hace referencia a la capacidad de discernimiento del menor".

La trampa del ‘no matarás’

No parece coherente en una opinión pública democrática y madura volver a tal barullo cuando la ley está suficientemente consolidada. Tampoco es de recibo en una sociedad democrática la argumentación del comunicado de prensa de los obispos belgas que vuelven a atacar la eutanasia porque "en la prohibición de no matar se basa la sociedad humana".  Es cierto que el respeto a la vida es fundamento de la convivencia, pero hay que atender hacia donde se dirige tal razonamiento, no acabe siendo un argumento trampa. Todo mandato negativo puede tener una exposición afirmativa y el ‘no matarás’ puede convertirse en un imperativo positivo: ‘debes evitar matar’ de modo que en la convivencia quede protegida la vida de quien quiere vivir y disfrutar de su vida y, por ello, no quiere que se violente su voluntad y le quite alguien la vida. Pero el ‘no matarás’ o ‘debes evitar matar’ no atañe a quien libre y personalmente quiere dejar de vivir y pide ayuda para ello puesto que no puede llevarlo a cabo por sí solo. No es coherente ni justo proclamar de nuevo el ‘no matarás’ rasgándose las vestiduras porque la ley reconoce la libertad ética de la persona desde el momento que tiene discernimiento. ¿Todavía se le va a negar al ciudadano la autonomía plena y hasta el final de su vida y, al llegar el momento de enfrentare al dilema de vivir o morir, a una persona menor de edad se le va a secuestrar su discernimiento y su autonomía considerándola como un fardo, un vegetal, o simplemente como un zombi o un semoviente?

Bélgica ha ido dando pasos. El paso inicial, el reconocimiento del derecho a decidir la propia muerte fue el momento fuerte y decisivo. Y desde ese arranque se han dado pasos y todavía sin duda hay pasos por dar. Hay que comprender que el derecho del paciente se funda en la idea de la autonomía individual. Por ello, cuando se respeta la voluntad del sujeto enfermo que desea morir, se respeta una parcela importante de la libertad que como persona tiene para decidir sobre los aspectos y situaciones más fundamentales de la propia existencia. Aceptando esto, no puede extrañar que tenga derecho a solicitar y a recibir una ayuda de otra persona para poder llevar a cabo su voluntad si él no puede ejercerla valiéndose por sí mismo y que nadie pueda prohibírselo. Este es el núcleo de la cuestión eutanásica y, si no se comprende y asimila, surgen las controversias y las luchas ideológicas que en definitiva en el fondo son episodios de guerras de religión.

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