Bocacalle

Jaime Mayor, Blas Piñar y Yolanda González

Desde los mentideros y tertulias de la derecha mediática y política se lamenta la decisión de Jaime Mayor Oreja de no presentarse como cabeza de lista por el Partido Popular a las próximas elecciones europeas. Se cree, sin duda, que don Jaime es un tipo de incontestable talla política.

Los hijos y demás familiares de los miles de víctimas del franquismo que siguen enterrados sin nombre en fosas y cunetas no son de la misma opinión, pues fue Mayor Oreja quien ensalzó el régimen (periodo de placidez, dijo) que asesinó a sus deudos y los quiso ocultar para la historia, generalmente al pie de donde fueron ejecutados. Ha sido coincidencia que la muerte política de don Jaime -a falta de saber si no resucita con VOX propia en el recién creado partido de Ortega Lara, que tanto defiende a las víctimas del terrorismo etarra sin acordarse de las del terrorismo franquista-, se produjera al tiempo que la muerte, a los 95 años de edad, del carismático líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar.

Estoy convencido de que los padres y hermano de Yolanda González, a quien unos militantes de ese partido asesinaron en 1980, no habrán celebrado el fallecimiento por consunción de Piñar -porque eso no rebajará su dolor por aquel crimen-, pero tanto don Jaime como don Blas están mejor en desuso -tanto para las víctimas del franquismo como para las otras víctimas de la Transición que no caben en la memoria de Ortega Lara-, pues sus dos nombres son algo más que una ofensa para unas y otras.

Blas Piñar representa para mí el cadáver maniatado de Yolanda, arrojado como un sueño roto a la intemperie de una madrugada madrileña. Tenía 19 años y uno de sus asesinos trabajó luego para la Seguridad del Estado en técnicas de espionaje y rastreo informático con los diversos gobiernos de la democracia. Está claro que Yolanda luchó por una democracia que no fuera la que empleó a su ejecutor en tal menester.

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