Bocacalle

Querido Pablo Iglesias

Un día después de la nauseabunda intervención de Esperanza Aguirre en Telemadrid con ocasión del debate sostenido con Manuela Carmena, en la que la candidata del Partido Popular a la alcaldía de Madrid acusó a la exjueza de vinculaciones con ETA -habiendo sido la candidata de Ahora Madrid amenazada por la banda terrorista-, el filósofo y humanista Emilio Lledó hacía esta declaración al diario El País, luego de que se le concediera el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades: "Ojalá este domingo regrese precisamente eso, la decencia. Debemos votar por ello, sería una bendición que nos ayudaría a cortar el paso al engaño, la falsedad, resultaría toda una venganza contra los prepotentes".

Ayer tuve oportunidad de presenciar un mitin muy especial de Pablo Iglesias en Zamora, ciudad que nunca se caracterizó por su activa movilización política. (Quien la vivió lo sabe). El acto se celebró en la plaza de Claudio Moyano, cuyo aforo se quedó pequeño para tanto público, entusiasta  y totalmente entregado, que hubo de ocupar también una parte de la limítrofe y vistosa plaza de Viriato.

El mitin era especial no sólo porque era el único que Podemos iba a celebrar en Castilla-León, sino porque contó con la presencia y breve participación del padre de Pablo Iglesias, residente en aquella ciudad. Por eso en este caso, en lugar de presentar al líder del partido el secretario general de Podemos en Zamora, el periodista Braulio Llamero, fue Javier Iglesias quien lo hizo, repitiendo por segunda vez el soneto de Agustín García Calvo que le dedicó a su hijo con ocasión de las pasadas elecciones europeas. "Quizá me lo inspiró –dijo Javier dirigiéndose a Pablo-  tu actitud tras las elecciones, cuando dijiste: 'Está muy bien este resultado, pero no hemos cumplido nuestros objetivos'. Bendito fracaso, bendito fracaso. No es raro que a cuatro días de otras elecciones, te dedique el mismo soneto, dedicado al fracaso. Hasta la victoria siempre."

Enorgullécete de tu fracaso,

que sugiere lo limpio de la empresa:

luz que medra en la noche, más espesa

hace la sombra, y más durable acaso.

No quiso Dios que dieras ese paso,

y ya del solo intento bien le pesa;

que tropezaras y cayeras, ésa

es justicia de Dios: no le hagas caso.

¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,

me nombras y me amas?: yo me niego,

y en ese espejo no me reconozco.

Yo soy el acto de quebrar la esencia:

yo soy el que no soy. Yo no conozco

más modo de virtud que la impotencia.

Tras la magnífica y vibrante lectura de estos versos del gran poeta zamorano, Pablo Iglesias abrazó a su padre en el escenario sin apenas poder contener la emoción en sus ojos y entre los calurosos aplausos de unos espectadores rendidos al carisma y la personalidad de quien ayer movió el corazón y la cabeza de varios miles de ciudadanos como pocas veces -no sé si alguna- habrá ocurrido en Zamora.

Se puede asegurar que, así como para financiar su campaña Podemos ha contado con microcréditos de la gente sin prestarse a la servidumbre de los bancos, lo que ayer anotó este observador en la hermosa ciudad del Duero es que podrá o no podrá ganar Podemos, pero a ese apoyo económico en muchos casos tan sacrificado y significativo como el de ciudadanos desempleados o con salarios precarios, hay que unir una verdad incuestionable que me he permitido expresar en el título. Esto, en un país con una clase política tan desprestigiada, parecería cosa de milagro y hace creer, acaso, en la posibilidad de que el deseo expresado por mi admirado maestro Lledó pueda cumplirse. Ojalá

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