El desconcierto

Las tribulaciones de Rivera

Mala Semana Santa lleva Rivera. Una noticia publicada en ABC, recogida en la revista de prensa de El Periódico de Catalunya, viene a recordarle la muy escasa credibilidad que goza su pacto con Sánchez. Según esta información, en una reunión celebrada en Foment de Treball en la capital catalana, Alfredo Pérez Rubalcaba habría manifestado, ante un selecto grupo de empresarios, su disposición a un acuerdo PP-PSOE si se convocaran nuevas elecciones generales el 26 de junio. Imposible ser más breve, ni más conciso, ni concreto: Si el Partido Popular obtiene resultados iguales o parecidos, no tendremos más remedio que negociar la gran coalición.

Nadie ignora, menos que nadie Rivera, la auctoritas de Rubalcaba en el PSOE. Su problema no es la incontinencia verbal, siempre mide lo que dice y sopesa bien lo que hace. Dada su personalidad, la de quienes le escuchaban y el lugar  donde estaban, el comentario no es baladí. No es la primera vez, ni será la última, que un viejo socialista tire al monte de la derecha; pero casi ninguno dispone de la capacidad política e influencia mediática de este político que recuerda físicamente a Andreotti. No habla  como González desde los intereses de un consejo de administración, ni se dedica al diletantismo político. Todo el equipo de Sánchez está formado a su imagen y semejanza. No da puntada, pues, sin hilo.

Lo más preocupante para Ciudadanos es el profundo escepticismo que encierra este pronóstico de Rubalcaba sobre la figura de Sánchez. Es evidente, que no parece otorgarle mucha vida al pacto PSOE-C's, cuando admite ya la posible reapertura de las urnas, ni se cree la propia propaganda de sus sondeos ad hoc al estimar como probable un nuevo triunfo electoral de Rajoy. Dos cálculos que no provienen precisamente de quien como Susana Díaz prepara el asalto a Ferraz. El único interés que mueve a  Rubalcaba es la supervivencia de esa maquinaria de poder que es el PSOE desde que lo sacara del baúl de la historia Willy Brandt. Todo lo que argumenta es logico, excepto cuando sostiene que no tendría más remedio que gobernar con el PP. Pero sería contra natura pedirle a Rubalcaba que gobierne con la izquierda pese a ser mayoría electoral en España.

Si el "no es no" de Sánchez a Rajoy finalmente acaba en un sí, quien sobra es Rivera. Si el Partido Popular y el Partido Socialista optasen por negociar la gran coalición no necesitarían ningún intermediario o teléfono rojo. Por no necesitar, ni serían necesarios los cuarenta escaños de Ciudadanos, ya que el sumando PP-PSOE rebasaría con creces la mayoría absoluta. Por supuesto, que contarían con ellos, pero como un comodín, ya que el triángulo que formarían sería isósceles. Después de haber compartido durante tres largos meses los sueños del PSOE, perdonando la vida al PP, serían bienvenidos, sin que desde la Moncloa llamaran a la rebelión de los suyos contra él.

Si Rubalcaba acierta, es lo más probable, ni siquiera haría falta que cortasen la cabeza a Rivera. El mismo se la ha cortado al extrapolar su larga experiencia lerrouxista de Barcelona a Madrid. Cabe apostar por un enfrentamiento de identidades nacionalistas en un territorio, el ascenso de Ciutadans, pero no por un choque entre PP y PSOE que tienen idénticos intereses. En el éxito de su aventura catalana reside los problemas de su aventurerismo madrileño. En Cataluña contaba con el viento a favor de la llamada razón de Estado, combatir el independentismo, pero en el resto de España ese viento va en su contra porque exige el acuerdo de los partidos del status quo.

Al final, es lo que parece desprenderse de esta intervención de Rubalcaba: Rivera es más un estorbo que una ayuda. La cuenta de resultados de Ciudadanos no puede ser más nula. No ha impedido la gran irrupción de Podemos, y no ha logrado investir a Sánchez. Era una investidura imposible, pero su imposibilidad ha aumentado con la presencia de Rivera al espantar al resto de los grupos políticos. Uno tras otro, todos los grupos le han indicado al PSOE que sin Rivera cabía negociar, pero con él nada de nada. El doble fantasma del lerrouxismo y el fundamentalismo neoliberal ahuyenta a la mayoría. Así, quienes le ficharon para jugar con Sánchez, lo lamentan. Y los que pedían un Podemos de derecha se arrepienten. Por algo será que un viejo routier de la política profesional como Rubalcaba piensa ya en la gran coalición

 

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