El desconcierto

Rajoy, el indecente decente

Sánchez ha rectificado, Rajoy no. Por lo tanto, el presidente de Gobierno en funciones ya no es indecente, el secretario general del PSOE continúa siendo un miserable. Signo inequívoco de la muy desigual correlación de fuerzas en el bipartidismo. La Moncloa ha doblegado el pulso que le echaba Ferraz. El líder socialista intenta allanar el camino hacia el pacto con el PP, a la vez que busca patéticamente un lugar al sol de la Gran Coalición, que tratará de formar si el Partido Popular evita el sorpasso de Podemos en las elecciones del 26 de junio. La convocatoria electoral refleja la contundente derrota política de quienes, tras el fracaso del llamado Gran Centro,  aún se resistían como gatos panza arriba a ser pasados por las urnas.

Ya puede cerrar su teléfono Baldoví, que dijo que no lo cerraría por si el PSOE recapacitaba. Es toda una lección para los dirigentes de Compromís y demás hombres de mejor o peor voluntad. El intento de instrumentalizar la pluralidad de Podemos, evidente en este pacto a espaldas de Pablo Iglesias, apenas ha tenido recorrido, ya que el margen de maniobra de Pedro Sánchez es nulo. Por un lado, Albert Rivera denunciando el acuerdo de su socio, y por otro, Susana Díaz, obligándole a sustituir un gobierno de coalición por uno de independientes, lo convirtieron en papel mojado. No ha sido la primera tentativa socialista para intentar romper Podemos y, probablemente, si Iglesias se descuida no será la última antes de que se abran las urnas.

El problema grave del PSOE es que está muy quebrado. Viejos contra jóvenes, socioneoliberales contra socialdemócratas, partidarios de sumarse a la Gran Coalición frente a los que querrían impulsar la unidad popular con Podemos e IU. No es casual tampoco, al margen de la vinculación de Juán Luis Cebrián en los papeles sucios de Panamá, la ruptura de la potente red mediática, creada bajo los gobiernos de Felipe González y Rodríguez Zapatero, que tan importante papel ha jugado desde finales de diciembre. El momento de esta crisis no puede ser peor para el PSOE. Justo en vísperas de su más arriesgada campaña electoral, el grupo Prisa y la Sexta se enfrentan duramente por un grave problema personal del Presidente Ejecutivo de Prisa, Juan Luis Cebrián.

La preocupación cunde en todas las altas instancias del sistema. Más allá de las consecuencias personales para políticos y periodistas, lo que les alarma es el fracaso del tándem Rivera-Sánchez, a la hora de intentar encubrir la política de Rajoy, con un disfraz regeneracionista que sirviera de cebo para incautos e ilusos. Solo les queda Rajoy, al que hasta ahora pretendían presentar como chivo expiatorio de la corrupción, para vender un recambio personal sustitutivo de un cambio político y económico. Hoy les toca viajar a la Moncloa, como antaño lo hicieron a Canossa, aún sabiendo que su inquilino es el menos indicado para librar la inminente batalla electoral. Pero no hay otro.

Hay que remontarse muchas décadas atrás para poder encontrar unas elecciones análogas. Estas elecciones ya no van a consistir en escoger entre la alternancia PP o PSOE, como en todas las citas electorales desde 1977, sino en elegir entre dos alternativas: el modelo social precario de PP-Ciudadanos o el modelo social solidario Podemos e IU. El desconcierto de los poderosos es ilimitado. Más de cuarenta años de hegemonía absoluta desembocan en un poder social contra hegemónico. Para colmo de sus desgracias, deben batirse solo en la trinchera socioeconómica sin la cobertura de la supuesta amenaza catalana o los crímenes de ETA.

Se avecina una lucha sin cuartel. Echarán mano de sus especialistas en la guerra sucia, tienen un importante arsenal, para tratar de romper la columna vertebral de Podemos e IU. Impedir que se forme e impedir que sirva de buen soporte a la hegemonía social de los de abajo. El práctico empate existente en la primavera entre PP y Podemos_IU, unos seis millones de votos,  puede convertirse en el sorpasso de las fuerzas progresistas nada más comenzar el  próximo verano. Si sucediera así, los poderosos tienen dudas más que fundadas sobre cuál sería la futura línea del PSOE, una vez desalojada la guardería política que es hoy Ferraz. No son lo mismo, aunque digan lo mismo, los herederos de González, partidarios de la Gran Coalición, que los de Zapatero, que guardan un significativo mutismo. Para no correr ese riesgo, todos los poderes políticos, económicos, sociales e institucionales de la vieja España van a ser movilizados en orden cerrado de combate contra Garzón e Iglesias.

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