El desconcierto

Las letrinas de Rajoy

Rajoy no puede decir lo que dijo el emperador Vespasiano a su hijo Tito, cuando le reprochaba haber creado un impuesto sobre las letrinas de Roma, pecunia non olet. El olor de las letrinas de la Moncloa es espantoso. Tanto, que el Partido Popular debería llevar a su campaña electoral  del 26 de junio aquel eslogan con el que la Democracia Cristiana, según la opinión pública italiana, vencía en las urnas: Coprire il nasso e votare D.C. Traducido aquí y ahora, Tapa la nariz y vota Partido Popular. Nunca tantos robaron tanto en tan poco tiempo como lo han hecho los dirigentes de la formación conservadora.

La corrupción es uno de los graves problemas de Rajoy. Tras haber derrotado políticamente a Rivera, dándole toda una lección de saber hacer durante este último trimestre, a duras penas va a poder  rentabilizar electoralmente este triunfo político. No es Unidos Podemos, que amenaza con expulsarle de la Moncloa, quien huele mal —según la caverna mediática—,  sino que el tufo le alcanza a él y a una buena parte de los que le rodean. El continuo goteo judicial que cae sobre el PP es insoportable, y tan solo la no menos insoportable levedad de Sánchez ha conseguido mantenerle como presidente de gobierno en funciones. Pero ahora toca volver a las urnas, con unos sondeos que muestran cómo Garzón e Iglesias podrían ser la primera fuerza en votos.

La gran contradicción conservadora de Rajoy es que la inmensa mayoría de los españoles no tienen nada que conservar. Más de tres millones de ciudadanos, según estadísticas oficiales, han sido expulsados de la clase media. El Partido Popular ha bombardeado su propia base social. Cuando uno de los suyos, el presidente de la patronal, afirma que el trabajo fijo es un concepto del siglo XIX, se convierte en uno de los más eficaces activistas de Unidos Podemos. El PP ya no se enfrenta a una mera alternancia, como ha venido ocurriendo desde 1977, sino a una potente alternativa con capacidad de atraer como un imán a los apestados por las letrinas de Rajoy.

La angustia de los sobrecogedores de la Moncloa les conduce a la criminalización de Unidos Podemos. Así extraen del baúl de los recuerdos familiares —olvidando que el comunismo se hundió hace más de un cuarto de siglo— toda la muy anacrónica parafernalia franquista, al grito de ¡que vienen los rojos! aplicado a los morados. Puede que aún asusten a los más viejos del lugar, pero no a la mayoría social, sobre todo los jóvenes, que sufren hoy todos esos males que les anuncian para mañana si votan a la alternativa socialdemócrata. Ya no vivimos bajo la guerra fría, la Unión Soviética no existe y el PC es hoy un ordenador. Ese museo de los horrores que describen es el que viven ya la mayoría de los españoles bajo Rajoy y vivirían igualmente bajo Rivera.

Esta disparatada campaña de calumnias sin fin, que tiene como objetivo el socializar la máxima Coprire il nasso e votare PP, se irá incrementando en la medida que se recorra la cuenta atrás hacia las urnas del 26 de junio. Van a por el voto útil de la derecha, para que regrese a Rajoy tras la juerga pasada con Rivera, sin complejos de ningún tipo, como diría Aznar. Nos hemos pasado metiendo la mano en la caja, pero no metamos la pata dejando pasar a quienes nunca hemos dejado pasar, es la profunda reflexión de la Moncloa. A minuto y medio estamos de que clamen contra Albert Rivera como marca blanca de Unidos Podemos, a fin de exprimir al máximo el zumo electoral de la naranja de Ciudadanos.

Pero además, una vez que Rajoy y Rivera vean que no les salen los números de las urnas, buscarán establecer un cordón sanitario sobre Garzón e Iglesias, demonizando aún más a Unidos Podemos  Visto el éxito que obtuvieron durante el triste último trimestre, en el que lograron impedir un pacto progresista, necesitan ahora presionar más  a Pedro Sánchez para que continúe huyendo de sus aliados naturales y vaya  hacia una alianza contra natura con PP y Ciudadanos, que termine por bloquear la alternativa progresista, como se bloqueó en Italia a lo largo de casi medio siglo. No les va a ser nada fácil, porque como observaba el pionero de la Gran Coalición, Felipe González, vamos a un mapa italiano sin italianos. Matización que explica el avance progresivo de Unidos Podemos.

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