El desconcierto

El laberinto de Interior

Termina la campaña electoral con el grave escándalo del ministro de Interior. La grabación publicada por este diario, entre Jorge Fernández Díaz y el magistrado Daniel de Alfonso, titular de la Oficina Antifraude de Cataluña, es la traca que quema todos los ninots de Rajoy. Nada refleja mejor el proceso de involución que padece nuestro frágil sistema democrático que la revelación de la existencia de una Brigada Político Social bis investigando, como su predecesora bajo el dictador Franco, a los adversarios de esa Moncloa sobre la que se proyecta la sombra del Pardo. Tras lo que acaba de ser revelado, ¿quién nos garantiza que, hoy como ayer, no están siendo vigilados también otros líderes y otros partidos cómo lo han sido los nacionalistas catalanes?

Veinte años después de los GAL, resurge ahora, lo que con razón denomina el presidente Puigdemont, el GAL mediático. Ya no se asesina físicamente, sino que se practica esa variante del asesinato de carácter, como es calificado por los estadounidenses. Medias verdades, medias mentiras, bien aderezadas con las necesarias dosis de fantasía, dan como resultado dossieres ficticios rubricados por unas inconcretas unidades policiales, que rápidamente son filtrados a la Brunete tertuliana para que los utilice como piezas de artillería contra los rivales del Poder. Las mismas causas producen los mismos resultados. Desde 1977 a 2016, ningún ministro de Interior o secretario de Estado de Seguridad- salvo Antonio Asunción y Margarita Robles- han intentado drenar las cloacas del Estado.

Aquella lucha del GAL azul contra el GAL verde o el GAL marrón, es continuada hoy con la llamada guerra de los comisarios que se ventila también a través de grupos parapoliciales combinados con los Servicios del Estado. En medio de esta intensa guerra interna, de los que practican la guerra sucia contra los partidos adversarios de la Moncloa, no tiene nada de extraño lo que viene ocurriendo en Interior.Pensar que Ignacio Cosidó, director general de la Policia, o Arsenio Fernández Mesa, director general de la Guardia Civil,  van a tratar de impedirlo sería tanto como creerse la versión que proporciona el propio ministro sobre esas sugerencias grabadas en el propio ministerio

Es mucho más grave que esa TIA de Mortadelo a la que algunos recurren para atenuar la gravedad de todo lo sucedido, y mucho más inquietante que la mera simpleza de un ministro. No es tan solo un problema de Fernández, Rajoy o del PP- ojalá fuese así-, sino un grave conflicto del sistema democrático. Aún está por investigarse la participación de estos versos sueltos policiales en esa farsa sobre la autoría de la matanza de Atocha, en estrecha colaboración con la versión más indecente del llamado periodismo de investigación. Sin algunas de esas gargantas profundas de Interior, en aquella ocasión bocarretretes, no hubiera sido posible intoxicar a los votantes de la derecha española con esta ficción por entregas periodísticas.

En uno de los recovecos de Interior, a los que no pudieron llegar las escobas de Asunción o de Robles, deben de encontrarse los hilos de esos dossieres contra Unidos Podemos a los que mal se agarran los diferentes líderes políticos para calumniar a Garzón e Iglesias. Parece obligado deducir que, tras lo revelado por Público, comiencen a pensárselo dos veces antes de seguir haciéndose eco sobre falsas financiaciones e identidades políticas sobre los dirigentes de la formación progresista. A lo largo de estos dos últimos años los indicios, viajes e informes destinados a manchar la alternativa de progreso, han ido multiplicándose al mismo ritmo que Unidos Podemos iba creciendo.

Interior es una asignatura pendiente desde la II Restauración de los Borbones. Quien la pudo afrontar, Felipe González en 1982, cometió el error de no hacerlo, al sustituir al ministro in pectore Carlos  Sanjuan por el ministro designado José Barrionuevo, y desde entonces nadie le ha metido a este vital aparato del Estado el diente democrático. Es tiempo, cuando la desaparición del terrorismo etarra ya no sirve como excusa, que un gobierno progresista ponga el reloj del ministerio de Interior en hora democrática. Aunque, es evidente que sólo una alternativa progresista tiene capacidad para intentarlo, porque la visión conspirativa de los procesos históricos, que define a todos los poderosos, necesita de la existencia permanente de ese Guadian de Interior.

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