Antes de que termine el mes de julio, Mariano Rajoy será investido presidente del Gobierno con el voto favorable de Ciudadanos y la abstención del PSOE. En poco más de quince días, tanto Rivera como Sánchez darán su brazo a torcer en aras de la salvación de la patria y del interés general. El rollo de siempre. Mientras tanto, continúan escenificando el no es no de los rosados junto con el veto no es veto de los anaranjados, en busca de un precio por dar su visto bueno a ese gobierno de consentimiento que piden los portavoces de los poderosos. Aunque tampoco pueden pasarse en la factura que pretenden cobrar, ya que unas terceras urnas en noviembre hundiría más al PSOE y enterraría a Ciudadanos.

Es el primer éxito de Unidos Podemos, cuando aún ni siquiera se ha constituido el nuevo gobierno de Rajoy. La Moncloa los reconoce como la oposición real, con la que no se intenta negociar ningún apoyo, a la vez que negocia con el resto de las fuerzas de la oposición oficial para que les voten o no les veten. Las  próximas conversaciones de Rajoy con Iglesias serán de mera cortesía, mientras que las que mantendrá con Sánchez y Rivera tienen un evidente objetivo político. No es únicamente una mera cuestión aritmética, que también lo es, sino política. A nadie se le escapa que una teórica oposición, que empieza la XII Legislatura con una abstención, es una oposición castrada.

Si Unidos Podemos ha dejado ya de ser un gran movimiento partisano para reconvertirse en un ejército regular, por emplear el concepto de Carl Schmitt utilizado por Iglesias, necesita como maniobra inmediata, siguiendo con la misma metáfora militar, organizar el asalto democrático a un parlamento encadenado desde  hace más de siglo y medio  -salvo la breve experiencia republicana- con los grilletes renovados de Cánovas-Rajoy y Sagasta-Sánchez. Es fundamental crear un escenario parlamentario que deje de ser una factoría de jabón blando y que se convierta en una gran caja de resonancia de los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad.

La combinación de la presión desde arriba, el parlamento, con la de abajo, la sociedad, acabará perfilando la estrategia de Unidos Podemos, a la hora de ejercer una eficaz oposición a los planes antisociales que empezarán a aplicarse nada más termine el estío. Vincular todos los movimientos sociales a la lucha parlamentaria impedirá que Unidos Podemos acabe enredado en la malla burocrática, y al mismo tiempo se evitará el caos social. Esta práctica sería una experiencia inédita en las Cortes del régimen del 78, si se hace excepción de la huelga general del 14 de diciembre de 1988, que obligó al gobierno de Felipe González a tener que retirar su plan de empleo juvenil.

Nadie va a ayudar más al nuevo trabajo parlamentario de Unidos Podemos que los mismos que hoy escenifican la farsa de la investidura de Rajoy. La ejecución de los planes del trío Guindos, Sevilla y Garicano -tres apellidos para un mismo sustantivo socioeconómico-, facilitará las tareas de la presión desde arriba a los diputados socialdemócratas a la vez que la lucha de los movimientos sociales. Solo cuando la sociedad entienda que las Cortes han dejado de ser una versión de la opereta El Congreso se divierte,  las actuales Cortes recuperarán su carácter democrático.

Ese trabajo de unos diputados, defendiendo en el parlamento lo que la sociedad demanda en la calle, contribuirá a crear una potente alternativa sociopolítica, encabezada por un frente amplio de organizaciones sociales y políticas. Quienes se relamen con el millón de votos que no alcanzó Unidos Podemos en junio, olvidan que no fueron a parar a ninguna otra sigla y que se refugiaron en la abstención; en espera, probablemente, de comprobar si Unidos Podemos se convierte en un nuevo PSOE digital que reemplace al obsoleto  PSOE analógico. El tipo de oposición parlamentaria que los jóvenes podemitas practiquen desvelará esta incognita.