El desconcierto

Rajoy en el búnker de Berlin

Más que una despedida de Barak Obama, ha sido un funeral. Dos de los cuatro asistentes a la cita de Berlín, Francois Hollande y Mateo Renzi, están a punto también de ser despedidos por los electores franceses e italianos y los otros dos, Angela Merkel y Mariano Rajoy, viven sin vivir en ellos ante el avance de lo que el presidente del gobierno español califica como fuerzas sui generis. Berlín vuelve a ser un búnker asediado. Antes, en 1945, por fuerzas militares democráticas, ahora en 2016 por fuerzas políticas fascistas. Desde diciembre a septiembre próximo, las urnas italianas, holandesas, francesas y alemanas van a castigar a los que no no saben o no quieren enfrentarse a la alternativa de la derecha extrema. Los sueños euroilusionistas de la razón generan monstruos por las cuatro esquinas del viejo continente.

Todo el escenario europeo se resquebraja. La ortodoxia neoliberal, agudizada por el ordoliberalismo alemán, ya no se lleva ni en Washington. Soplan vientos de cambio en el mundo atlántico. Económicos, políticos y geoestratégicos. Todas las campanas doblan ya a muerto por el capitalismo prusiano– contrario al renano del estado del bienestar–, el turno del bipartidismo y la absurda guerra fría que ha sobrevivido un cuarto de siglo a la Unión Soviética, como si la Rusia capitalista de hoy fuese la URSS del siglo XX. Todos los esquemas políticos, económicos e ideológicos de los encerrados en el búnker de Berlín son los de un mundo que perece y, por lo tanto, son los menos indicados para resolver los problemas actuales, empezando por el de frenar al fantasma reaccionario que recorre la mayor parte de los pueblos europeos.

No es nada extraño que uno de los mayores profetas del euroilusionismo, Felipe González, advirtiera ayer que la Unión Europea, que acaba de cumplir 60 años, puede que no llegue a los 70. Las naciones que la constituyen se ponen en pie, los estados demandan su soberanía, los pueblos barren a los falsos predicadores sin que el búnker de Berlín ofrezca más respuesta que la conocida letanía de más Europa alemana. Ni la más mínima variación de la política neoliberal que hundió ayer a Clinton y que hundirá mañana a Hollande, Renzi y demás comparsas de la farsa euroilusionista. Sin enarbolar aquella bandera de la Europa de las patrias- defendida por el general De Gaulle- que denuncie la miseria social que encierra la fraseología de la Europa del capital, 2017 va a ser el año del gran avance de la derecha extrema.

Los mismos errores, aunque mejor sería decir los mismos intereses creados, generan los mismos resultados. Al igual que en los Estados Unidos donde los socios de Obama cerraron el paso a Bernie Sanders, el único candidato que podía derrotar a Trump, el búnker de Berlín combate hoy a las fuerzas democráticas europeas que mejor pueden cerrar el camino a todos aquellos homólogos europeos del nuevo presidente estadounidense. Ello se ve particularmente en la Europa del Sur que, al contrario de la del Norte, Este u Oeste, es la única que hace frente a esta amenaza en Atenas, Lisboa y Madrid. En vez de apoyar a Alexis Tsipras, Antonio Costa o Pablo Iglesias se les demoniza, a la vez que se intenta estrangularlos cuando están en el gobierno, como ocurre hoy en Grecia o Portugal, o se intenta fraccionarles para que no lleguen mañana, como en España.

Ahí están los elogios de Merkel a la política económica de Rajoy, para ahorrarnos la necesidad de buscar más ejemplos. Justo en el momento en que De Guindos va a dar una vuelta de tuerca al garrrote vil de los recortes sociales, o precisamente por ello, Berlín canta tout va très bien, Madame la Marquise a quien como la Soraya de la Moncloa se apresta a deshilvanar los escasos hilos del gasto social. Así, bajo la bandera europea que encubre todo un atraco a mano armada a la mayoría social española, se busca ahora ensalzar a los buenos sirvientes de los intereses alemanes que, como Rajoy y los restantes líderes de las derechas nacionalistas, vuelven hoy a configurarse económicamente de facto como una Confederación Española de Derechas Autónomas similar a la CEDA de la II República.

Al búnker de Berlín no les preocupa nada la extrema derecha española. Acogida en el Partido Popular, lleva cuarenta años esperando tiempos mejores, no puede imitar a sus homólogos europeos porque en España. Al contrario de casi toda Europa menos Grecia y Portugal, existe una creciente fuerza política que canaliza, desde los intereses populares, la gran indignación social de las clases medias y trabajadoras. Sólo les cabe pues ayudar o presionar a Rajoy, nunca atacarle. Ese es el eterno quiero y no puedo de Aguirre o el puedo y no quiero de Aznar. Ese eslogan turístico, España es diferente, es leído también políticamente en Berlín. Con agrado, porque la derecha extrema no se sube al carro de Le Pen, con desagrado, porque Podemos con Syriza son el ejemplo de que otra Europa, la de los pueblos, es posible. Esa peculiaridad es la que trae por la calle de la amargura a los poderosos justo cuando se sienten más huérfanos geopolíticos que nunca.

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