El desconcierto

No alojar a Susana donde fue desalojado Pedro

Restituir los derechos democráticos a los militantes, suspendidos en el PSOE después del golpe de estado habido en Ferraz, no es una operación fácil. Buena prueba de ello es que se aplaza esa devolución anunciada hacia finales de la primavera, si es que antes no surge ningún incidente de recorrido que vuelva a aplazarla. Todavía no hay convocatoria, ni la habrá, si no se logra ahormar las primarias y el XXXIX Congreso. Esa es la tarea técnica que el secretario general en funciones, Rubalcaba según los medios , va a encargar a la Gestora en la reunión de este fin de semana. El mensaje de este dirigente en la penumbra es muy claro: allí donde ha sido desalojado Sánchez no debe ser alojada  Díaz. Si ayer fue imprescindible liquidar a Pedro, hoy lo es mucho más frenar a Susana. ¿Por qué?

Precisamente, por haber sido uno de los directivos que, junto a ese Bruto en la sombra, asesinaron políticamente a Sánchez; sería pues un grave error que se sentara en el sillón del ajusticiado. Si además, se intenta hoy una reconciliación federal del PSOE,  es conveniente  que el primus inter pares no provenga de una federación que se sublevó contra el secretario general legítimo. Mucho menos todavía dada su hegemonía en la gestoría de Javier Fernández. Es impresentable ser juez y parte, justo cuando se van a preparar las primarias y el congreso. No cabe tratar de marchar hacia una reunificación con la doble imagen de unos vencedores y otros vencidos. Ni siquiera esperar, tampoco, una superación de la división. En aras de la búsqueda de un cierto pacto interno, Susana debe morir para que el PSOE viva.

Una política de derechas, que va a evidenciarse en la aprobación socialista de los Presupuestos de los recortes sociales, exige ser acompañada por una retórica de izquierdas, que no combina bien con ese intermitente a la diestra que siempre maneja Susana Díaz. Ese es el principal lastre de la presidenta andaluza. No es nada extraño que sea la dirigente del PSOE más valorada en todas los sondeos de opinión por los electores del PP. Su imagen de derechas es tan patente que ni siquiera la consigue mitigar con el populismo cañi del que hace gala.  Justo en el momento, además, en que Podemos ha dejado de jugar a Juego de Tronos, sería una grave equivocación política. Si calculaban con atraer hacia al PSOE a ciertos sectores morados, aprovechando su anterior ensimismamiento, mañana puede ocurrir lo contrario si una Rajoy con faldas ocupa la secretaría general socialista.

Por no hablar de la compleja cuestión catalana que va a estallar en septiembre con el referéndum convocado por la Generalitat. Sería tan disparatado impedir que los 18.000 militantes catalanes puedan votar en las primarias, como hoy demanda Susana, como ubicarla en Ferraz, en el mismo instante en que el PP  va a desatar el peor nacionalismo españolista, en abierta defensa de la concepción centralista, opuesta a la federal del PSOE. Quien impide hasta el derecho al voto de los socialistas catalanes, no puede ser el rostro del PSOE justo cuando la Moncloa se disponga a empapelar a los dirigentes soberanistas. Si así fuera, no se sabría donde termina el PP y donde comienza el PSOE. Porque una vez que se sume la política económica, a remolque de la derecha, a la estatal, una mera copia de las de los populares ¿qué señas de identidad propias quedarían al PSOE ?

Todo este cuadro es el que determina que el secretario general en funciones, en la sombra, intente alojar en Ferraz a un tercer candidato,  Patxi López,  tan respetuoso siempre de los mayores en edad, saber y gobierno. No traicionó a Sánchez, como el resto de sus  colaboradores más estrechos, ni hoy traiciona a Díaz. Con buenas relaciones con el PP, que le apoyó como Lehendakari, y con el PNV, se atiene a la política derechista del PSOE sin hacer  ningún alarde de ello. Carece de imagen propia, pero no hay problema alguno. Prisa se encargará muy eficazmente de crearle un nuevo look político. Probablemente, dado que no es un imán electoral, se beneficie mucho más del voto contra Susana Díaz que del voto propio. No hay otra alternativa en el banquillo de los suplentes y , si la hubiera, después de Pedro no quieren correr más riesgos juveniles.

Bastante van a correr ya con las primarias, Sánchez está muerto pero aún no ha sido enterrado, para sumar nuevos peligros a la delicada operación de devolver la palabra y el voto a los militantes. Porque lo que la Gestora busca hoy es avalar el golpe de fuerza de octubre a la vez que la total subordinación pasada, presente y futura del PSOE al PP. Es una operación arriesgada que lo será mucho menos en tanto que Susana no abandone la silla de Sevilla. Aún así no tiene garantizado el éxito. Lo ocurrido en 1998 y 2000 con Borrell y Zapatero –que vencieron a los candidatos Almunia y Bono del aparato de Ferraz–  bien puede repetirse en este 2017 con la derrota de López. Ya lo advertía Napoleón cuando señalaba que nadie podía sentarse sobre las bayonetas. Ese es el principal problema de ese secretario general en funciones asentado en las bayonetas con las que ocupó Ferraz el 1 de octubre de 2016

 

 

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