El desconcierto

Cuenta atrás hacia la moción de censura

Con su proverbial ironía gallega, Rajoy acaba de decir que no está dispuesto a presentar ninguna moción de censura contra Iglesias; en lo que se equivoca es que, de facto, la ha presentado. Basta ver a los líderes de la Gran Coalición, tan censurados por esta iniciativa de Podemos como el propio Rajoy, dado que lo que sostienen, por no hablar del equipo mediático habitual del IBEX, encabezados por el lobby de Prisa, para comprender que la moción contra el dirigente morado ha empezado a través del parlamento de papel que controlan absolutamente. Quien ahora denuncie la corrupción, sostienen, es quien refuerza al gobierno del Partido Popular. Mejor aún, sugieren, todos quietos y callados hasta que las autoridades competentes, por supuesto financieras, puedan convencer, influir  o presionar a Rajoy para que abandone la Moncloa antes de que la tormenta política, de la que suele hablar el presidente, inunde al PP.

El primer problema a resolver por los poderosos, una vez que Pablo Iglesias registre la moción de censura anunciada, es fijar la fecha para debatirla en el Congreso de los Diputados, ya que es sólo potestad de la presidenta Ana Pastor determinarla ¿Antes o después del 21 de mayo? Fecha esta la que, tras el golpe de estado en el PSOE, los militantes socialistas podrán expresarse libremente. Convocarla antes puede ser bastante peligroso, porque pondría muy en evidencia a Susana Díaz que se vería obligada a reiterar su apoyo a Rajoy; convocarla justo después es muy arriesgado dado que si ganase Sánchez las consecuencias de la votación podrían ser muy diferentes. Si hay hoy algún común denominador en las bases del PSOE, es el rechazo  absoluto al Partido Popular.

Máxime cuando la gravedad de la situación política, definida por el atraco a mano armada permanente a la sociedad española por parte del PP, ha desactivado el arma de la convocatoria electoral que Rajoy pretendía aún seguir utilizando a partir de mañana, 3 de mayo. Se acabó el chantaje a las urnas anticipadas con el que la derecha del PSOE vende su total subordinación a la Moncloa. Al tener una sigla alternativa, como la dirigida ahora por Albert Rivera, amplios sectores de la derecha decente huyen hacia Ciudadanos asqueados de la banda de delincuentes que los dirigen. Ni manipulando la cuestión catalana, recurso habitual de Rajoy, podría hoy este PP frenar el trasvase de sus votos a la formación naranja. Con el goteo permanente de dirigentes peperos ingresando en la cárcel de Soto del Real, apretar el botón electoral sería su suicidio.

La misma costosa compra-venta de los cinco escaños del PNV, conditio sine qua non para el rechazo de las siete enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado, implican no pocas tensiones internas en el seno del Partido Popular. Incluso con Ciudadanos, obligado a tragarse lo que denominan como las cuentas del Gran Capitán del Cupo vasco, presentadas por Iñigo Urkullu, cuando cuestionaban hasta el mismo principio de la existencia de la misma obligación constitucional del Cupo. Por no referirnos, además, a la inoportunidad política de este nuevo regalo al PNV, justo en el mismo instante en que se va directo hacia el choque de trenes con la Generalitat de Cataluña. Salvar a Rajoy de la redada que la Guardia Civil lleva eficazmente a cabo, tanto en los aledaños de la sede de Génova como en los alrededores de la Moncloa, bien puede terminar en que el PP finalice como la Democracia Cristiana de Andreotti.

No ignoran, además, que el aniversario del 15-M va a ir acompañado de una intensa movilización social contra la corrupción. Es hoy cuando la indignación ciudadana, harta de esta partitocracia cleptómana, recupera los niveles de ira previos a la aparición de Podemos y Ciudadanos como reacción al viejo turnismo político de los corruptos. Es bastante probable que Pablo Iglesias defenderá su moción de censura envuelto en los gritos de la calle contra esa galería de presos que es hoy el PP. Este divorcio político, entre la mayoría aritmética parlamentaria y la mayoría social, es observada con bastante preocupación por las cabezas más lúcidas de la derecha, tanto en el PP como en el PSOE.  Porque todas y cada una de las 48 horas de debate parlamentario sobre este Estado de las cloacas serán, sencillamente, explosivas.

La inteligente iniciativa de PODEMOS rompe todas las cartas de navegación de la Gran Coalición PP-PSOE-Ciudadanos. Si en junio de hace un año lograron frenar la regeneración política de España, pendiente desde que el Borbón sustituyera en la Jefatura del Estado a Franco, ahora, durante este largo mayo, puede recobrar un nuevo impulso con la moción de censura contra el presidente Mariano Rajoy, si las fuerzas sociales progresistas saben defenderla en la sociedad con el mismo tesón con que Pablo Iglesias lo hará, con toda seguridad, en el  debate en el Congreso de los Diputados. Mucho se equivoca el presidente Rajoy cuando señala que "hay que esperar a que pase la tormenta", y pronostica "que ya escampará". No es nada previsible que escampe; todo lo contrario, la tormenta arreciará fuerte con  los truenos y rayos de la moción de censura.

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