El desconcierto

PSOE ¿Somos la izquierda?

El primer problema del lema del XXXIX Congreso del PSOE, "somos la izquierda", es la exclusividad que se desprende de esta afirmación. Si dijeran "somos de izquierdas", sería mucho más riguroso, teniendo en cuenta que casi tienen los mismos votos que Podemos;  afirmar pues, que fuera del PSOE no hay izquierda, en absoluto se corresponde con la realidad. Sin embargo, su principal problema es que este lema reivindicativo de Pedro Sánchez empieza a ser cuestionado por importantes maniobras de los que, pese a haber sido ampliamente derrotados en las primarias socialistas, vuelven a las andadas previas a la defenestración del secretario general. No por haberse replegado ayer en orden –gracias a un Felipe González que cortó tajante la primera reacción desabrida de Susana Díaz–, ha terminado la guerra de las dos rosas en el PSOE. Desde el interior y desde el exterior, se observan gestos y movimientos que indican, una vez más, la firme voluntad de doblar el pulso al secretario general.

Probablemente, el espíritu de vendetta siciliana de la lideresa andaluza, imposible encontrar menos inteligencia en el escenario político español, ha hecho fracasar la tentativa de dividir a Izquierda Unida en Andalucía con la propuesta de crear un cargo ad hoc, bien retribuido, para el anterior ex-coordinador Diego Valderas. Al precipitarse y no aguardar algunas iniciativas análogas en Madrid, que hubiesen arropado la compraventa de Susana Díaz, han permitido que Antonio Maíllo y otros dirigentes de IU hayan podido convencer a Valderas para que renuncie a los denarios de la vieja operación Rosa Aguilar bis. Arteramente se buscaba romper la unidad de Izquierda Unida, enfrentarla así a Podemos y extremar bastante la distancia entre Podemos y el PSOE. Es la primera bala en  la frente del lema "somos la izquierda".

Casualmente o por necesidad, nada es más inútil que un juicio de intenciones, mañana sábado 10 de junio, Gaspar Llamazares, en compañía  de exlíderes de Izquierda Unida, presenta Actúa, una plataforma de intelectuales y políticos que preconiza, "el diálogo político en la izquierda en primer lugar y que luego se abra a otros"; otros que, evidentemente, solo pueden ser los Ciudadanos de Albert Rivera. No es una presunción, sino una constatación puesto que una buena parte de los integrantes del grupo Actúa secundaron, después de las pasadas elecciones generales, un manifiesto que llamaba a cerrar un acuerdo de Gobierno entre PSOE, Podemos y Ciudadanos. En una coyuntura, en que la corrupción está a punto  de enviar al estercolero de la historia a la gaviota del PP, vuelve la vieja canción del IBEX: el gobierno Rivera-Sánchez, contra el lema de Sánchez  "somos la izquierda ".

De igual modo que la Moncloa no encarna el poder en la sociedad española, Ferraz tampoco lo representa en el PSOE. Quienes lo son, los mismos en ambos ámbitos, saben que ya no pueden presionar a Sánchez como lo hacían hasta ahora, sobre todo porque el secretario general dispone del arma de destrucción masiva de los poderosos que son las consultas a los militantes. Por lo tanto, dado que no se le puede obligar a combinar el lema antes tan practicado de, "somos de izquierda pero vamos por la derecha", se busca condicionarle, recreando así un escenario que le dificulte bastante marchar por donde manifiesta querer avanzar. Ninguna otra opción mejor, pues, que alentar la lucha generacional en el seno de la izquierda que encone más las nadas buenas relaciones entre las siglas que la componen.  O sea, quebrar la columna vertebral de la izquierda, justo cuando el secretario general proclama "somos la izquierda".

En esta "guerra civil" dentro de la izquierda española, sería imposible la opción del gobierno portugués que dice defender Sánchez y, por consiguiente, se vería muy empujado, de nuevo, a  intentar reeditar aquel pacto con Ciudadanos al que alude Llamazares. Que, no se olvide, es, desde enero de 2016, el objetivo político del IBEX. Entonces, se frustró y no pudieron  liberarse de Rajoy pero hoy, y sobre todo mañana, el vendaval de la corrupción lleva camino de acabar con el PP. Es en ese momento, cuando sería la hora de los cachorros de la nueva derecha dirigidos por Rivera; quienes, al igual que  ocurre con Mariano Rajoy, no podrían gobernar sin el apoyo del PSOE. Esta es  la clave de la crisis política española desde 2016. Y así es, sencillamente, porque es la única fórmula gubernamental que puede cerrar el paso a una alternativa progresista basada en el pacto PSOE-Podemos, que enuncia y anuncia, aunque de forma incorrecta, el lema "somos la izquierda".

Aún no ha empezado el XXXIX Congreso del PSOE y ya Pedro Sánchez se enfrenta a un dilema: cumplir con la palabra dada a los militantes socialistas, o llegar a algún tipo de componendas con los que le defenestraron el 1 de octubre de 2016 y volverían a defenestrarle si tuviesen necesidad y  ocasión de hacerlo. Tiene toda la legitimidad política en sus manos, suya va a ser la dirección política y ya carece de excusas o pretextos para dilatar, eludir o renunciar a sus compromisos. Igual que venció ayer en las primarias contra todo el viento y marea de los poderosos, puede hoy hacerlo y aplicar una firme alternativa política de izquierda. La crisis política (corrupción), económica (Banco Popular), judicial (un Estado de derecha en vez de un Estado de derecho) y social ( esas tijeras cada vez más abiertas de la desigualdad) exige hoy imperiosamente que el lema "somos la izquierda" se traduzca en la política del secretario general de los socialistas. En esa apuesta se la juega tanto la supervivencia de Pedro Sánchez como la del PSOE.

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