El desconcierto

El guante de Iglesias y la mano de Sánchez

El éxito de la moción de censura, presentada por Podemos contra el presidente Mariano Rajoy, radica en que ese guante político de una mayoría alternativa lanzado por Pablo Iglesias a Pedro Sánchez, fue inmediatamente bien recogido por José Luis Ábalos, en su calidad de portavoz interino, llamado a dirigir, muy probablemente, la organización socialista después del XXXIX Congreso del PSOE que se celebrará este fin de semana. Es, de facto, tras el secretario general, el principal dirigente del nuevo socialismo impuesto democráticamente por los militantes a esas camisas viejas de Ferraz, como José Enrique Serrano, que muy inexplicablemente ha reaparecido en el entorno de Pedro Sánchez tras haberle defenestrado el 1 de octubre. Esta respuesta del PSOE a Podemos, impensable antes del 21 de mayo, ha sido posible porque los morados han tenido el coraje de enfrentarse a la corrupción personificada por el Partido Popular.

Pedro y Pablo están condenados a entenderse. Mucho más con el reestreno de la conocida obra teatral "Los ladrones somos gente honrada", de Enrique Jardiel Poncela, en el Congreso de los Diputados, por la compañía del PP bajo la dirección de Rajoy. Bastaba contemplar el cinismo con el que el líder pepero respondía a la brillante intervención de Irene Montero, implacable requisitoria contra la cuerda de presos incesante del partido gubernamental, para comprender que sin un previo acuerdo político progresista "los ladrones" continuarán teniendo en sus manos y, sobre todo en sus bolsillos, las arcas del Estado. Como diría el capo Aznar, un Rajoy sin complejos dio toda una lección de desparpajo político, sacado del baúl de los viejos recuerdos familiares franquistas de la derecha española.

Del enemigo, el consejo. Tarde, cierto, pero lo han sacado tanto socialistas como morados. Tanto que incluso se han emplazado a tratar de lograr esa mayoría alternativa durante este ferragosto que asola España, pese al primo de Mariano Rajoy que niega hasta el cambio climático. Pese a la cicatrices recientes del PSOE, como el documento podemita "Eramos pocos y parió Sánchez", y las heridas de Podemos, calificado como enemigo por el susanista Heredia, ambos partidos se han comprometido a recuperar una relación normal entre fuerzas de izquierda. Era inevitable, los socialistas de Pedro Sánchez contribuyen a relegar el vicio del sectarismo en Podemos, tanto como los morados contribuyen a superar el vicio del derechismo en el PSOE. Este 13 y 14 de junio, donde por primera vez la izquierda comienza a hablarse, tan sólo ha sido posible por el resultado de las primarias del 21 de mayo.

Subsisten, sin embargo, dos problemas. Uno, relativo; otro, absoluto. El primero vuelve a ser Ciudadanos que todavía tienta los peores sueños de Pedro Sánchez, como pudo escucharse levemente en la intervención de Ábalos. Es relativo porque el IBEX, padrino de Albert Rivera, ya no defiende el gobierno Rivera-Sánchez que intentó imponer en el primer trimestre de 2016 y, además, sin los escaños de Podemos sería inviable. La simbiosis PP-Ciudadanos ha alcanzado tal grado, muy bien visible en Madrid, Murcia o en la Moncloa, que el hundimiento del primero arrastraría políticamente al segundo, aunque pueda beneficiarle electoralmente. Ya no existen condiciones objetivas para reeditar esa propuesta pese a que, subjetivamente, alguna mala compañía socialista, como la del citado José Enrique Serrano, anime a Sánchez a entablar amistades peligrosas con Rivera. Pero no es ese el problema.

Es la endiablada cuestión catalana donde el guante de Iglesias apenas encaja con dificultad en la mano de Sánchez. Es el derecho a decidir, por supuesto dentro de la legalidad constitucional, lo que puede hacer que no encaje. Más allá de cuales puedan ser los criterios del PSOE, el hecho bien cierto es que su reducida base electoral se centra por ahora en unos territorios bastante hegemonizados por el nacionalismo español. Españolismo de la peor especie que, no se olvide, el PP va a intensificar de aquí al 1 de octubre para tapar su corrupción con el supuesto peligro de la ruptura de la unidad del Estado español. Porque Rajoy puede matar dos pájaros de un solo tiro catalán. Primero, reagrupar a toda aquella derecha que huye de la peste corrupta que envuelve a la Moncloa; segundo, volver a dividir al PSOE y Podemos.

Salvo, claro está, que esa amplia mayoría alternativa progresista a la que se han emplazado públicamente Pedro y Pablo, se consiga antes de la fecha fijada para la celebración del referéndum catalán. Sería, entonces, ese acuerdo entre PSOE y Podemos, al que seguramente se sumarían otros grupos parlamentarios, el que podría articular una posible fórmula gubernamental contra quienes usan y abusan políticamente de la plurinacionalidad del Estado español para intentar enfrentar a los territorios tanto como a las clases sociales. De lo contrario, va a ser muy difícil que Pedro y Pablo puedan continuar de la mano. Porque ni el primero puede dar un paso adelante en su visión de España como una nación de naciones, ni el segundo puede dar un paso atrás en el reconocimiento del derecho a decidir de los pueblos de España.

Más Noticias