El desconcierto

Sánchez libera al PSOE de la soga del CETA

Lo anómalo no reside en que el PSOE haya anunciado que retira hoy su apoyo al Tratado de Libre Comercio de la Unión Europea con Canadá, más conocido como CETA, sino que lo haya apoyado en el parlamento europeo e incluso en la misma comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados hasta el día anterior a este anuncio de Pedro Sánchez. Lo realmente extraño es que sorprenda tanto que un partido de izquierda, una vez liberado de su condición impuesta de rehén de los socioneoliberales, vuelva a recuperar un enfoque socialdemócrata sobre política comercial. Basta ver como reaccionan los principales medios de comunicación– en manos de los que sí tienen mucho que ganar del CETA– para comprender que están en juego los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad, que sí tienen mucho que perder.

Si se leen las resoluciones del recién clausurado XXXIX Congreso del PSOE, se comprueba que los delegados aprobaron una de ellas que decía: "La izquierda socialdemócrata no está en contra del comercio internacional, pero lo quiere en condiciones y regulaciones que aseguren la universalización de derechos y con las protecciones sectoriales sensibles en cada caso". No es, por supuesto, el criterio precedente sintetizado por la eurodiputada socialista Rodríguez-Piñero que lo describía como "un buen acuerdo, moderno y progresista"; pero precisamente por defender esta posición, acompañada de otras muy análogas, el resultado de las primarias ha sido casi un paseo triunfal para Sánchez. Ese nudo gordiano del CETA que ataba al PSOE al PP y Ciudadanos, ha sido cortado por la espada de Sánchez.

Conviene tener muy en cuenta que en la votación del parlamento europeo, el eurogrupo socialista se dividió entre unos 90 que votaron a favor y unos 80 que votaron en contra o se abstuvieron, entre ellos los socialistas belgas, franceses, polacos, alemanes. Incluso el parlamento de Valonia, en el 2016, impidió con su votación contraria que Bélgica pudiera pronunciarse por este acuerdo leonino. No se ajusta nada a la realidad la versión hagiográfica, explicada por la mayoría de los medios de comunicación, que presenta al CETA como el gran dechado de las virtudes comerciales y el paradigma de una globalización " progresista". Salvo que se entienda, claro está, como el progreso creciente de los beneficios de las multinacionales. Una opinión legítima y respetable, pero que es ajena a una visión socialdemócrata.

La tristeza de las grandes corporaciones, tras este anuncio de Pedro Sánchez, es proporcional a la alegría de los sindicatos. Desde hace tiempo, tanto CCOO como UGT, vienen denunciando el peligro que implica el CETA para los trabajadores y la pequeña empresa. Si las normas laborales canadienses son aún más lesivas que las española, como lo son, no cabe esperar nada más que problemas de esta laxa movilidad laboral entre ambas orillas del Atlántico, recogida en el texto de este tratado comercial. No digamos de esa simultánea desprotección de la pequeña empresa española ante las grandes corporaciones canadienses que impongan sus reglas comerciales. Muy pesimistas son nuestras perspectivas socioeconómicas como para encima abrir nuestro mercado a las prácticas del capitalismo salvaje, que caracterizan a los dos estados de Norteamérica.

Tristeza neoliberal a la que hay que sumar una profunda inquietud. Si en tan sólo setenta y dos horas, las que median entre el fin del XXXIX Congreso del PSOE y este anuncio de Sánchez, los socialdemócratas han impuesto sus tesis sobre el CETA ¿que va a ocurrir con la reforma del 135 de la Constitución que ilegalizó a Keynes o con el techo de gasto público y el déficit? Nada sería más problemático para la derecha, cuando intenta usar la camisa de fuerza de la Europa alemana, que el PSOE se sumara a la lucha por una Unión Europea realmente social y por una Alemania europea contraria a la que preconizan el PP, Ciudadanos, el PNV y el PdCat. Tras el rotundo fracaso del TTIP, el neoliberalismo intenta recubrir con la manta del eurilusionismo los sucios intereses que esconden en el CETA.

Su problema, el de las grandes corporaciones, como muy bien describe uno de sus articulistas, "es que nadie en su sano juicio pensaba que iba a ganar Pedro Sánchez". De ahí que se asombren que un partido socialdemócrata retome ahora postulados de la socialdemocracia. Acostumbrados a orientar al PSOE, se ven hoy por completo desorientados desde que la nueva dirección se atiene a sus propios intereses como partido de izquierda en la presente coyuntura política española. Así, acaban de liberarse de la soga del CETA como acabarán liberándose de otros corsés y ortopedias heredadas del nefasto trío Boyer, Solchaga y Solbes que tanto dañaron a la imagen del PSOE. Es toda una ironía de la historia. Aquellos oyentes de ayer, en los consejos de ministros de González, son los que hablan hoy junto a Sánchez.

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