El desconcierto

Rajoy y Rivera, ¡al fin solos!

Cuando se habla de techo de gasto, se acostumbra siempre a omitir dos adjetivos esenciales para entender lo que se está proponiendo. Es más correcto y preciso llamar a las propuestas por lo que proponen, no por lo que encubren desde una terminología pretendidamente técnica. Lo que se propone, por parte del ministro Montoro, es un techo neoliberal del gasto social. Es decir, recortar en sanidad, educación, vivienda, pensiones y dependencia. No, por ejemplo, en Defensa, donde el presupuesto destinado para una compra de armamentos, ajeno a las necesidades defensivas de nuestro territorio, es un absurdo despilfarro pensado en función de intereses belicistas de grandes potencias que no son, precisamente, los de España. Luego, nada más lógico que el Partido Socialista haya anunciado que deja de ser la correa de transmisión neoliberal que hasta hace poco ha sido. Así pues, Rajoy y Rivera se quedan al fin solos, sin cobertura de izquierda.

Lo anómalo no es que el PSOE haya anunciado su voto en contra del mal llamado techo de gasto, sino que el PSOE haya votado hasta ahora a favor. Este viraje de Pedro Sánchez era una rectificación política obligada por su propia identidad socialdemócrata e impuesta, además, por la clara voluntad mayoritaria de sus militantes. Como bastante bien lo ha descrito uno de sus principales dirigentes, José Luis Ábalos, los socialistas "acaban de abandonar el equipo de salvamento de Rajoy", allí donde nunca hubieran debido de entrar. Sólo la plena cobardía de Zapatero, plasmada con la abyecta reforma del 135 de la Constitución, sumada luego al derechismo de Susana Díaz, concretado en su abstención cuando la votación de Rajoy, puede explicar el desvarío vivido por el PSOE durante más de seis años. Nada más normal, pues, que el PSOE vuelva a ser coherente con Pablo Iglesias, el fundador.

Pero para serlo plenamente, le falta descoser el voto de Pedro Quevedo que, de no ser descosido, facilitaría a Montoro superar la votación parlamentaria de la próxima semana. Ese 176 escaño, que le daría la mayoría al gobierno de Rajoy, no es socialista pese a que Nueva Canarias se presentó coaligada junto al PSOE. Ciertamente, Sánchez no puede disponer de ese voto, aunque debiera dejar bien claro que hará uso de toda su capacidad de presión y persuasión para que el diputado Pedro Quevedo no vote diferente de Pedro Sánchez. La fe de erratas parlamentarias de la nefasta gestora socialista, publicada mediante el giro del PSOE, incluye éticamente a este diputado canario. De lo contrario, se vería obligado a denunciarlo a la vez que a adoptar las medidas pertinentes con quien se habría servido del PSOE en beneficio del PP y Ciudadanos.

Porque el techo neoliberal de gasto social será todavía mucho mayor, con toda probabilidad, cuando los diputados deban acudir a votar en el próximo pleno del Congreso, dado que Albert Rivera, en total coherencia con su fundamentalismo neoliberal, va a imponer a Rajoy una rebaja fiscal que reducirá todavía más los ingresos y gastos del Estado. No va a haber lugar a dudas. Las posiciones son evidentes. La de la derecha en el gobierno, la de izquierda en la oposición. La neoliberal y la socialdemócrata. Cada oveja con su pareja, aunque sea muy mal avenida, cleptómana e involucionista como la que acompaña a Ciudadanos. Tanto que, para el ciudadano Rivera, lo primero es lo primero, el techo neoliberal de gasto social, y luego, todo lo demás, incluida la retórica anticorrupción. Nada une más a la derecha que roba, PP, de la que no roba, Ciudadanos, que la apropiación indebida de la plusvalía social.

Tanto que, hasta la misma derecha vasca, que siempre se ha definido como social, arrojará este adjetivo y se sumará sin ningún pudor a la descarada política neoliberal. Pese al brutal contenido de la propuesta de Cristóbal Montoro, pese a coincidir cronológicamente con la prevista ejecución política de los soberanistas catalanes, los cinco escaños del PNV– eso sí, muy bien retribuidos– contribuirán a sostener el techo neoliberal de gasto social para el resto de los territorios del Estado español, mientras Mariano Rajoy les da todo el oro y el moro del Cupo al territorio de Euskadi. Incluso cabe esperar, después del corte de manga de Pedro Sánchez a Rajoy, que aprovechen la debilidad del PP para añadir nuevo precio a su bien rellena alforja presupuestaria. No será por dinero, les dirán siempre los mercaderes de escaños en el Congreso de los Diputados.

Políticamente, es el entierro definitivo de la Gran Coalición PP-PSOE-Ciudadanos, sin ser aún el nacimiento de una alternativa progresista. El techo neoliberal de gasto social acerca al PSOE a Podemos, tanto como aproxima a Podemos al PSOE, aunque con algunas reticencias sectarias en ambas familias, agarradas a viejos estereotipos, en la misma medida que coinciden en la radical oposición a unos Presupuestos antisociales. En vísperas de la puesta en marcha de los organismos de coordinación parlamentaria, acordados en la reciente entrevista entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, va a ayudar a avanzar en la tensa relación entre ambas organizaciones, sin que aún se pueda pronosticar tanto su desarrollo como su desenlace. Cuanto más ataca la derecha, mucho más empuja a la izquierda a una reflexión conjunta. La realidad, testaruda por naturaleza, será quien determine ese futuro hoy imperfecto.

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