El desconcierto

La amnesia preventiva de Rajoy

A pesar de que se lo pusieron tan fácil como a Fernando VII o a su descendiente, la hermana de Felipe VI, Rajoy procuró ayer no cometer desliz alguno en su declaración como testigo en la Audiencia Nacional. Aunque todo el marco de su testimonio fue elegido por él mismo, salvo en su intento de comparecer a través del plasma, tuvo un muy exquisito cuidado en su testimonio oral. Lo midió todo exhaustivamente, para que sus palabras no se volvieran mañana contra él, como ya sucedió con sus famosos tuits a Bárcenas. Ni siquiera el hecho de sentarse a la derecha del tribunal, algo bastante insólito en la experiencia judicial, dando la sensación de juzgar a quienes le interrogaban, le pudo ahorrar el nerviosismo y la incomodidad de verse como presidente del Gobierno de España declarando, eso sí con silla preferente, ante la Audiencia Nacional.

Amenazado por la sombra del artículo 458 del Código Penal, que penaliza con años de cárcel el falso testimonio de los testigos, no tenía otra opción defensiva que la amnesia preventiva, que evita ser acusado de haber mentido al tribunal, si se demostrase que lo dicho no era cierto. Los muy reiterados "no recuerdo", "lo desconozco", "no me consta", "no lo sé", con los que respondió a casi todas las preguntas clave, constituyen una cadena preventiva con la que se blindó, por si los indicios que hoy le acorralan mañana se convirtiesen en pruebas. Precedida, además, de la falacia de separar las responsabilidades políticas de las económicas en la dirección del Partido Popular, que enunció como premisa de su declaración, cuando se está juzgando la financiación ilegal del PP mediante la Gürtel.

Políticamente, vino a decir ayer, que le preguntaran a la condesa de la corrupción, Esperanza Aguirre; económicamente, al tesorero Alvaro Lapuerta, actualmente enfermo de demencia senil. Con todo el PP madrileño bajo rejas, no arriesgaba nada con señalar al capo con faldas que dirigía en la capital de España lo que la Guardia Civil ha calificado como organización criminal, ni mencionar a quien ha perdido la memoria. No quedaba otra alternativa que la del careo de Rajoy con el también tesorero Bárcenas, como bien pidió el abogado Benítez de Lugo, pero se ignora por qué Hurtado, presidente del tribunal, no la consideró pertinente, ni tampoco el abogado de "Luis el cabrón", que intervino en varias ocasiones en favor de Rajoy. Algo ha hecho, efectivamente, el presidente del Gobierno, cuando quien ayer le denunciaba de cobrar sobresueldos hoy le defiende.

Con un presidente del tribunal como el magistrado Hurtado, Rajoy se fumó un puro judicial en plena Audiencia Nacional. Las casi dos horas de la declaración del presidente de Gobierno son una contribución más a la mejor historia de la infamia judicial. Sin ser ningún Borbón, Rajoy borboneó un Estado de Derecho como el nuestro, ya muy borboneado. Una vez más, ¿cuántas van?, no quedan ni las raspas de la separación de poderes. Probablemente, la necesidad de evitar la estigmatización de un presidente de Gobierno en ejercicio, como se evitó la de González cuando había abandonado la Moncloa, haya contado, y bastante, en esta zarzuela de tribunales. A dos meses del reto de la Generalitat al Estado, de ahí que Rajoy retrasase al máximo su declaración, el presidente del Gobierno tenía que salir de la Audiencia Nacional sin romper ni manchar su virginidad.

Como a Dios dando y con el mazo dando, ayer mismo, mientras Rajoy declaraba, la Guardia Civil interrogaba a altos cargos de la Generalitat e imputaba a uno de ellos, Joaquim Nin, en su actual condición de secretario general de la Presidencia del Gobierno catalán. No por esperada esta muy sistemática instrumentalización del problema nacional catalán, para tapar la corrupción estructural de la Moncloa, deja de llamar la atención el descaro espectacular con el que se ejecuta. Cuanto más se alarga la cuerda de presos del Partido Popular, más se tensa desde Madrid la cuerda territorial, ya bastante tensada desde Barcelona. Como si hoy algunos buscasen identificar los intereses del Estado español con los del Gobierno más corrupto de toda la Unión Europea. Pobre España si fuese verdad, que no lo es, que solo la defiende quien delinque.

Perdamos toda esperanza, como en la Divina Comedia, de que se haga Justicia. Llegados hasta aquí, no hay más salida que recurrir a la política, siempre y cuando los partidos políticos decentes sepan, puedan y quieran elaborar una alternativa gubernamental al gobierno del Partido Popular. No es el caso, ni lleva camino de serlo: Ciudadanos, hermano de sangre del PP, espera que Rajoy no haya mentido, a la vez que Albert Rivera, por si acaso, procura no hablar, ni aparecer; el Partido Nacionalista Vasco resucita hoy, sosteniendo a Rajoy, aquel pacto de Santoña con el que en el año 1937 se rindieron a las tropas italianas fascistas abandonando a su suerte la II República; en cuanto a la izquierda, tanto en el interior del PSOE como en el seno de Podemos, los respectivos primos hermanos caínitas empujan con fruición a reeditar hoy su histórico fratricidio de ayer.

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