El desconcierto

Despeñapedros

Cuando falta medio mes para que se cumpla el primer trimestre de la victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas, que terminó con la subordinación del PSOE al PP,  los partidarios de coaligarse con la derecha creen haber encontrado el camino para recuperar una buena parte del voto militante que votó en contra de Susana Díaz. El reciente cónclave del socialismo andaluz celebrado en Sevilla  sumado a otros indicios a los que nos referiremos después- lo señala inequívocamente, muy por encima de la apariencia unitaria con la que se ha clausurado. La advertencia de la presidenta de la Junta, revestida como una Pujol con bandera andaluza, fue tan clara como rotunda: "no me hagas elegir entre Andalucía y el PSOE". Desde que González advirtiera a Guerra, tras perder el Congreso del PSOE en otoño de 1991, que se gobierna desde la Moncloa, nadie había avisado tan contundentemente que no se gobierna desde Ferraz.

¿Cómo darle la vuelta al triunfo de Sánchez? Al igual que su socio Rajoy, que manipula el espantapájaros catalán electoralmente, Susana Díaz grita que no hay más que una España que, precisamente, es la misma que siempre ha encarnado la versión más cutre y cruel de la derecha española. Contra la decisión votada en junio en el XXXIX Congreso del PSOE, que definió a España como una nación de naciones, el XIII Congreso del PSOE-A no recoge en julio ni siquiera el concepto de plurinacionalidad. Así, más allá de Despeñaperros no hay más que España, una, grande y libre; mientras más acá, existe una España plural, siempre presente en la diversidad de los pueblos que componen el Estado español. Ningún camino mejor para insistir en la necesidad de volver a defenestrar a Sánchez que hacerlo este próximo 1 de Octubre con motivo del referéndum de la Generalitat.

No terminan ahí las buenas noticias para un Rajoy recién salido de la Audiencia Nacional, donde fue obligado a testimoniar por dirigir un partido estructuralmente corrupto. El homenaje a los dos ex-presidentes socialistas procesados, Manuel Chavez y José Antonio Griñán, presentados por la lideresa andaluza como si fuesen héroes políticos, fue el mejor regalo que el presidente del Gobierno ha recibido desde hace mucho tiempo. Al socializar la corrupción, como hizo el cónclave susanista, se ayuda tanto a Rajoy como se cuestiona a Sánchez que, una y otra vez, destaca la indecencia del líder del PP. Máxime cuando estos dos políticos del PSOE andaluz se encuentran procesados, mientras que el máximo dirigente del PP aún no lo ha sido. ¿Que credibilidad puede mantener Sánchez si el PSOE susanista es la versión andaluza del PP madrileño?

Nadie mejor que la Moncloa, por otra parte, celebra que José Enrique Serrano, eminencia gris de las alcantarillas del PSOE, sea nuevo diputado socialista en sustitución de Eduardo Madina. Más allá de la rumorología que circula por el grupo parlamentario socialista, sobre sus oscuras relaciones con Mario Conde o Francisco Paesa, lo cierto es que nadie como Margarita Robles conoce tan bien su trayectoria sinuosa durante los dos últimos años del gobierno González. Sumado a Chaves y Griñán, son un trío que cuestiona todo el discurso contra la corrupción de Sánchez, a la vez que es imposible encontrar un enemigo más implacable de la relación con Podemos. Fue el el factótum del fracasado acuerdo con Rivera. El personaje en la sombra que lo ha sentado ayer en el escaño del Congreso de los Diputados, sabe lo que hace y lo que quiere.

Es el mismo que ha enviado a Eduardo Madina a la situación de reserva, hasta que se produzca el Despeñapedro que preparan. Madina es el tapado del viejo PSOE, el niño del aparato, idóneo para ser secretario general cuando acaben los tiempos de turbulencia del nuevo PSOE. Por un lado, deja su escaño a Enrique Serrano; por otro, se prepara para volver bien envuelto en el apoyo  mediático, cuando saquen a Pedro Sánchez con los pies por delante. Además, según ellos, mantiene  muy buenas relaciones con Podemos,  sin supeditarse nunca a Pablo Iglesias, tal como acusan, sin fundamento alguno, a  Pedro Sánchez, obviando que no es presidente de Gobierno precisamente por el veto morado; y además, que, según todas las encuestas, ha logrado remontar al PSOE en detrimento de Podemos. Da igual, como dice el propio Madina sotto voce a sus amigos, "Pedro Sánchez está en el PSOE, pero no es del PSOE". Así, todo lo que no sea reeditar la misma política del PP, tanto ante la corrupción como ante la plurinacionalidad, es sentenciado como complicidad morada.

Hace más de una década, Rodríguez Zapatero pudo gobernar junto a Esquerra e Izquierda Unida; hoy Sánchez no puede ni hablar con Podemos so pena de ser despeñapedrado. El pretexto catalán sirve hoy de buena coartada a los socialistas partidarios de la gran coalición con PP y Ciudadanos. No le basta a Rajoy con la muleta zafia del socialismo andaluz, necesita la de todo el socialismo español. Necesidad que pasa, en sus cálculos, porque el PSOE no solo se aleje sino que denuncie a Podemos. Así las cosas, o Sánchez rompe en otoño con Pablo Iglesias para salvarse, renunciando a la independencia del PSOE, o Sánchez llama a todos los militantes a defender la línea política que se aprobó en el XXXIX Congreso. Susana Díaz, que no es más que el eco de la voz de mando, fue tan clara como ambigua la respuesta de Pedro Sánchez. Pasada la tregua de agosto, termina el tiempo de la ambigüedad.

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