El desconcierto

Puigdemont, de Mas a menos

No ha habido declaración unilateral de independencia de la Generalitat, pero sí se han iniciado ya las diligencias para la aplicación del  artículo 155 tendente a la suspensión de la autonomía catalana. Esa es la respuesta clara del presidente Rajoy a la propuesta de diálogo del president Puigdemont. Sí es cierto, que lo es, que un comisario polaco, de obediencia alemana, contribuyó al paso atrás de los soberanistas, también lo es que su capacidad de presión sobre la Moncloa es inexistente, a juzgar por el requerimiento al Govern catalán. Porque Donald Tusk, tan desprestigiado en Varsovia como elogiado en Berlín, es tan solo un mero chivo expiatorio, utilizado por Artur Mas para desviar la atención sobre la ruptura de la unidad de acción entre la derecha e izquierda catalana. No es la primera vez, ni será la última, que los que niegan la lucha de clases, sean nacionalistas o populistas, se las acaban encontrando en el lugar, el momento y la forma más inoportuna.

¿Cuántos diputados de la antigua CiU, hoy PDCat, hubieran apoyado ayer una declaración unilateral de independencia? Artur Mas ha aprovechado la inviabilidad de esta propuesta política de Puigdemont– Cataluña no es Kosovo– para dejar de ir a remolque de la izquierda nacionalista. Bien acompañado por el IBEX-35,  estrategas del cerco griego tendente a mutar a Puigdemont en Tsipras, el Jefe del Estado de derechas, Felipe VI, y del turno dual de partidos dinásticos madrileños, ha dado por terminada su larga complicidad con la CUP y la izquierda de Oriol Junqueras. Demos, pues, su minuto de gloria al chivo polaco de Artur Mas, pero no ahorremos el reconocimiento debido a este potente coro de intereses creados que ha dinamitado al movimiento soberanista. Cierto que podían haber frenado antes al president, dada la correlación de fuerzas en su grupo parlamentario, pero prefirieron esperar al último minuto del último día para ver si podían sacar algún beneficio, nunca mejor dicho, de esta movilización.

Ahora, Mas trata de pasar la factura a Rajoy en su sentido más estrictamente literal. Sabe que no puede aspirar a reeditar el modelo vasco, rechazado por su correligionario Miguel Roca durante la redacción del texto constitucional, pero sí podría rentabilizar la lucha social de los catalanes con una buena mejora de la financiación de Cataluña. Ayudado por ese amigo invisible común, la famosa mano clandestina del mercado, ambas derechas podrían articular una estrategia común destinada a aplicar los nuevos recortes que prepara la señora Merkel. Así, las tres derechas nacionalistas– PP en Madrid, PDCat en Barcelona y PNV en Bilbao– bien podrían reconfigurar una nueva Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), como la dirigida por Gil Robles antes de la rebelión del general Franco, que asegure una muy larga hegemonía de la derecha del estado español. Luego, tocaría a la Moncloa olvidar el 155 como San Jaume ha olvidado la DUI.

Precisamente por ello, Mas insiste en que Rajoy cometería un error si cortase la mano del diálogo que le ofrece Puigdemont. De momento la Moncloa exige la humillación del president, retractándose de la declaración de independencia, o, de no hacerlo, su pronto ingreso en prisión. Si la derecha catalana se ha sumado a un proceso de insurrección, como piensa el PP, no puede irse de rositas y, por lo tanto, la suspensión de la autonomía permitiría hoy a los populares insertarse en las instituciones catalanas. No necesitan ni a Mas ni a su chivo polaco, ni les hace falta CEDA alguna. Con Cataluña intervenida y Euskadi concertada, envuelto en la rojigualda, el Partido Popular  se encamina con paso muy firme hacia la mayoría absoluta en unas próximas elecciones. Por si alguien lo pudiera dudar en algún momento, ahí late, en su interior, la caverna neofranquista de Aznar y en su exterior ese nuevo Lerroux que es su aliado Rivera.

Pero el gran error de la derecha catalana es ese PSOE que intenta vender la vergonzosa defensa del 155, que había prometido no defender nunca, con la cínica propuesta de una reforma constitucional. ¿Cómo reformar mañana la Constitución si se rechaza hoy el diálogo propuesto por Puigdemont? El grado de descomposición política e ideológica de Ferraz le convierte en una correa de transmisión de la Moncloa. Barridos electoralmente en todas las comunidades, convertidos en una partido nacionalista andaluz, se hacen eco del programa de Susana Díaz que interpreta la desigualdad de todos los españoles en términos territoriales, obviando el conflicto social entre las clases. Sin Pedro Sánchez y adláteres, Rajoy no actuaría como lo hace y se vería obligado a dialogar con Puigdemont. Sin este apoyo del PSOE, la Moncloa no podría aplicar un fait accompli sobre la cuestión catalana ante Berlín. Desde Julián Besteiro, que entregó la II República a Franco, cuando aún contaba con la tercera parte del territorio nacional y alrededor de un millón de soldados, no ocurría nada análogo.

El desfile de las Fuerzas Armadas de este 12 de octubre es políticamente para Mariano Rajoy como el viejo desfile de la victoria de los tiempos de Francisco Franco. Desarticulada la movilización soberanista en Cataluña, derrotada la izquierda en todo el resto de España por deserción de unos, los socialistas, e impotencia de otros, Podemos, solo le queda ahora al Partido Popular recoger placidamente los frutos de su estrategia política ante el reto catalán. En unos días, los que median hasta la aplicación del 155, veremos como la apuesta de Artur Mas, servir en bandeja la cabeza cortada de Puigdemont a la Moncloa, ha sido inútil. La izquierda catalana se equivocó ayer al plantear la reforma del modelo de Estado sin contar con la izquierda española, la derecha catalana se equivoca hoy al tratar de pasar una factura financiera a la derecha española, tras haber reconducido la movilización social en Cataluña. Esa es su responsabilidad histórica más allá de la del chivo polaco de Artur Mas.

Más Noticias