El desconcierto

Agitación social, bloqueo político

Parafraseando a Marx en su análisis sobre las Cortes de Cádiz de 1812 –en la isla de León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas–, cabría describir de forma similar el Congreso de los Diputados en este 2018: en la Carrera de San Jerónimo, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas. Basta contrastar las movilizaciones de las mujeres, pensionistas y parados con la retórica bizantina de casi todos los parlamentarios, para  llegar a la conclusión de que la España social poco tiene que ver con la España política.  Parece  bastante evidente que la primavera social en curso precede, paradójicamente, a todo un invierno político en gestación avanzada. Cuanto más alto y claro se habla desde la calle, más bajo y oscuro se habla desde la mayoría de los escaños.

En ese divorcio se mueve a sus anchas un gallego como Rajoy. Tanto que este escenario, repleto de rebeliones sociales, no lleva camino de ser su epílogo sino, por el contrario, su nuevo prólogo en la Moncloa. La fuerza relativa  del PP no radica hoy mismo  en su rapidez de acción o audacia reflexiva – inexistentes en la Moncloa– sino en la vacilación impotente, la lentitud, apatía e indecisión de sus adversarios ante la nueva explosión social que acaba de estallar en la sociedad española.  Rajoy, mientras tanto, se limita a esperar con los brazos cruzados a  ver pasar el cadáver de una alternativa gubernamental al gobierno que viene presidiendo desde hace siete años.

Efectivamente, no hay alternativa al Gobierno de Rajoy, ni se la espera. La mejor carta de la baraja política la maneja hoy día el PP, en la misma medida que el abanico de críticas políticas no termina nunca de cerrarse en un claro programa común alternativo. Tan dudosos son los méritos parlamentarios de la mayoría opositora como indiscutibles su defectos políticos. Aunque, muy probablemente, esta alergia a una moción de censura, debe guardar una cierta relación con la idea de que comparten con Rajoy la representación política de los intereses alemanes.  Pues, ¿  qué les preocupa más, el gobierno  de Rajoy o un gobierno progresista que preste oído a las demandas sociales?

Basta ver como Albert Rivera pierde fuelle  justo hoy,  cuando podía rematar a Rajoy, habiendo ocupado  la calle junto a las mujeres y a los pensionistas. Ni lo uno, ni lo otro. Ni lazo lila, como el que portaba inteligentemente Rajoy, ni subida de las pensiones, sobre las que guardan un significativo silencio sus amigos financieros. En menos de una semana, Ciudadanos, muy crecido volteando la rojigualda, ha retrocedido bastantes pasos atrás en su  rápido camino a la Moncloa. Empieza ya a descender del entusiasmo al afecto, del afecto a la consideración, de la consideración a la indiferencia y, como se descuide, puede pasar de la indiferencia al desprecio.  Su idea de patria es justo la contraria de la de los patriotas que ocupan hoy las calles.

Mucho peor es lo de Sánchez. Sin reconciliarse con los enemigos que le defenestraron, ha ido enajenándose poco a poco a los amigos que le votaron en las primarias. Falto de valor para romper las trabas del aparato, ha quedado tan despojado de autoridad que no se atreve ni siquiera a recoger en una moción de censura  la movilización que agita hoy a las calles españolas. Aunque, ciertamente, si quisiera, no podría porque el SPD alemán es algo más que un partido hermano. Nunca mejor que ahora para comprobar como no se sitúa a la derecha o a la izquierda; el PSOE se sitúa en Alemania. Pese a la muy amplia derrota electoral del socialismo germano, los  poderosos intereses a los que sirve, imponen, una vez más, el apoyo a la Merkel.

Alemania apoya a su profeta Rajoy. Igual que la crisis griega frenó lo que parecía el avance imparable de Podemos en aquella primavera de 2016, la crisis italiana de 2018 contribuirá  a consolidar a Rajoy en la Moncloa, salvo algún imprevisto imprevisible. Ya se puede ver en lo político, con la parálisis del PSOE, ya se verá en lo económico, cuando Berlín llegue incluso a permitir al Gobierno del PP algunas alegrías con el déficit público. Solo faltaba la inquietud ante el in crescendo de la movilización social, ese temor a que en otros países europeos se contagien de este mal hispano, para apoyar absolutamente a Rajoy en su tentativa de derivar esta primavera social de hoy en el invierno político de mañana.

 

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