El desconcierto

La Convención del Máster Presidente Rajoy

Cristina Cifuentes, cogida in fraganti con un máster falsificado, y Javier Maroto, que acaba hoy de enterarse de que en la web del PP aparece con un máster que confiesa no haber realizado, son las dos cariátides que configuran  la Convención Nacional del Partido Popular, que se celebra este próximo largo fin de semana en Sevilla. Las universidades cooptadas por los partidos desembocan en todo un mercadeo donde se intercambian favores políticos, académicos y profesionales. Hasta el punto delictivo de que la propia presidenta del tribunal del master de Cifuentes negó ayer haber firmado las actas. Hoy el escándalo se cierne sobre la Universidad Rey Juan Carlos, lo de la presidenta de la Comunidad de Madrid es de aurora boreal; pero mañana, podría ser sobre la Camilo José Cela, según los cualificados rumores que circulan sotto voce acerca de otros políticos.

Así las cosas, Rajoy abrirá este sábado la Convención del PP en calidad de Rector más que como presidente de Gobierno. Le toca, pues, respaldar el máster que la señora Cifuentes apañó con los comisarios profesores de la universidad del Partido Popular, que es como se conoce a la Juan Carlos Rey. Nada más idóneo, por lo tanto, que presentarla como víctima de la calumnia de la izquierda para conseguir que toda la derecha reconozca la validez de la inexistente tesis de fin de Máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid. En esa estrategia le viene como un anillo al dedo la inevitable moción de censura anunciada por el PSOE. De este modo, el claro dilema entre decencia indecencia es sustituido por la dialéctica derecha e izquierda.

Como siempre que hay que echar una mano al PP, Rivera acude al quite con una comisión de investigación que revalida el claro apoyo al gobierno de Cifuentes. Ciudadanos es coherente. Si busca apoderarse el voto del PP, no va a ser sumándose hoy a una moción de censura socialista sino, precisamente, todo lo contrario. No se trata de reeditar en Madrid el gobierno Rivera-Sánchez,  a ser posible con Iñigo Errejón que ya lo apoyó, sino de entrar a saco en el electorado del Partido Popular. En esa combinación objetiva, unos cercándola desde fuera, otros erosionándola desde dentro, la señora Cifuentes puede ser bien cocida a fuego lento hasta que llegue la hora de las urnas de mayo de 2019.

Al mismo tiempo, para que no decaiga el ambiente patriotero, la magistrada Lamela procesa al mayor de los Mossos Josep Lluis Trapero por dos delitos de sedición y uno nuevo de organización criminal. Le pone la música, oportunamente, un José María Aznar con su pronunciamiento contra las fuerzas nacionalistas que junto con la izquierda contribuyeron a crear el llamado Régimen del 78. En este escenario judicial y político, se desprende la figura patética de Cristina Cifuentes revestida de Agustina de Aragón. Cuando está en juego el destino de la patria, como una unidad de destino en lo universal, perder el tiempo con unos másteres falsificados es casi delito de lesa traición. Sobre todo, cuando ayer mismo Alemania ha dejado en libertad provisional a Puigdemont y descartado el delito de rebelíon.

Nada ayuda más a Rajoy y a Rivera que el mundo universitario emulando a los tres monos, y tapándose ojos, oídos y boca para no ver, ni oír, ni hablar nada del negocio de los másteres. El mutismo de los profesores y el silencio de la mayoría de los alumnos es atronador. Resulta difícil comprender la ausencia de manifiestos, o por lo menos de alguna declaración  de unos y otros. Cuando todavía resuena el eco de las protestas de las mujeres y de los pensionistas en la defensa de sus derechos, causa extraordinario estupor la inexistencia de alguna protesta o convocatoria contra esta banda de desalmados políticos que se llevan por delante el prestigio de las Universidades.

La llamada oposición responsable del PSOE y de Ciudadanos es hoy, más que nunca, responsable de los másteres de la Convención del PP. El primero, por no ratificar la moción de censura en Madrid con otra  en el Congreso de los Diputados, y el segundo, por sostener firmemente al PP en la Moncloa. Ni Rivera ni Sánchez buscan una alternativa; sino un mero recambio gubernamental. Presentar la moción de censura en la Comunidad de Madrid, donde es imposible una mayoría, es un gesto de cara a la galería; un gesto tan  vacío como la  propuesta de ilegalización de la Fundación Francisco Franco, efectuada en un Senado con una mayoría absoluta del PP, en lugar de haberla promovido en el Congreso de los Diputados. Así están las cosas.

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