El desconcierto

La baraka de Sánchez

A un mes del comienzo de la campaña electoral, Sánchez se perfila ya como la excepción de todos los candidatos a las urnas del 10 de noviembre. No tanto por sus méritos como por los deméritos de todos sus adversarios, con la salvedad del Partido Nacionalista Vasco. Ni por su derecha, ni por su izquierda, aparece hoy candidato alguno que le pueda hacer sombra electoral. Los sondeos, incluso descontando los efectos imprevisibles de la irrupción de Errejón, le señalan como el claro vencedor de las inminentes elecciones generales. No va a ser el presidente de Gobierno en funciones quien pague el actual bloqueo político. Otoño confirmará que este coste no correrá a cargo de la Moncloa. Y que el candidato socialista ha nacido de pié, o como dicen los árabes está bendecido por la buena suerte, la baraka.

Las coordenadas de la campaña electoral del PSOE, presentadas oficialmente ayer, indican que su estrategia persigue tanto penetrar en el electorado de centro como de izquierda. Su objetivo real, un gobierno progresista en otoño, ya que no pudo conseguirlo en verano. Si se corrigen los factores que lo hicieron imposible antes del 23 de septiembre, es la voluntad que subyace en Sánchez, será entonces viable ponerlo en marcha tras el 10 de noviembre. Espera lograrlo, al igual que lo lograron González y Zapatero, sobre la base común de la sensatez y madurez política de una sociedad como la española harta hoy de todo un largo quinquenio de inestabilidad. Cuatro elecciones en cuatro años es el punto de inflexión.

Estabilidad económica, estabilidad social, estabilidad política y estabilidad estatal son las cuatro apuestas que se desprenden de la campaña presentada ayer por Sánchez. No será nada fácil combatir los riesgos de la economía, desaceleración y amenaza de Brexit, o los peligros que acechan al jibarizado Estado del Bienestar, si se concreta una nueva recesión, desde la gran inestabilidad interna de los partidos políticos o de la desunión del propio estado, bastante evidentes en la fragmentación partidaria y estatal. No queda ninguna otra fuerza política que pueda ser eje de la estabilidad que el PSOE. No porque el proyecto de Pedro Sánchez sea inmejorable, sino porque es el único existente.

No puede serlo Casado, que sólo aspira a empezar a recuperar todo lo perdido el 28 de abril, tampoco Rivera, que únicamente espera a la sentencia del Tribunal Supremo sobre Cataluña para ver si frena su caída, ni Vox hoy casi inaudible. Los barones vuelven a reaparecer en Génova marcando el rumbo al PP, amenazando hoy a su actual portavoz, las purgas ciudadanas no detienen la huida de cuadros y electores de Cs y la foto de Abascal con Salvini rompe la  de las tres derechas en Colón. Si el PP tuvo que esperar más de siete años, tras el triunfo de González, para poder recomponerse, habrá que ver lo que deberá esperarar después de la anunciada victoria de Pedro Sánchez el 10 de noviembre.

Tampoco podrá serlo Pablo Iglesias, que ve como Iñigo Errejón no sólo le arrebata electores sino tres confluencias; ni Errejón, que no puede ir mucho más allá de jugarse a los dados electorales la túnica sagrada del 15-M. El reino de taifas que caracteriza el espacio social a la izquierda del PSOE, tras el irreversible declive del califato de Pablo Iglesias, es la principal consecuencia política del hundimiento de la negociación de Unidas Podemos con el PSOE. Es indudable que ni Iñigo Errejón hubiera salido a la palestra, ni ninguna confluencia se hubiese ido con Errejón, si Iglesias no hubiese cometido el error de rechazar la vicepresidencia y los tres ministerios que Sánchez se vio obligado a ofrecerle para corregir el error de su veto personal.

Sánchez gana por incomparecencia de sus adversarios. La Moncloa aparece hoy rodeada de una constelación de estrellas que, además, se neutralizan entre sí. Habrá que esperar poco más de un mes a ver la exacta configuración de la galaxia electoral para saber como el presidente en funciones conseguirá la mayoría absoluta para un gobierno progresista. Aunque ya se puede pronosticar que ninguna de estas fuerzas restantes podrá volver a intentar doblarle el pulso político. La segura victoria electoral de  Pedro Sánchez viene precedida por su victoria política frente a quienes, desde la derecha y desde la izquierda, subestimaron ayer tanto la correlación de fuerzas con el PSOE como la resistencia de este líder político. Dos errores, tanto objetivo como subjetivo, que explican la actual excepción de la regla que es hoy el candidato socialista.

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