El desconcierto

El "pograma" común de Sánchez, Errejón e Iglesias

Nuestro pograma es un auténtico programa, mientras que vuestro programa es un auténtico pograma fue la rápida respuesta de José Díaz, secretario general del PCE durante la II República, a José María Gil Robles, jefe de la CEDA, cuando este portavoz derechista aprovechó el trabalenguas del dirigente comunista, en un debate parlamentario en el Congreso de los Diputados, para  recordarle a su muy ilustre señoría que nunca se dice "pograma" sino programa. Efectivamente, tenía tanta razón José Díaz que luego toda la derecha tuvo que recurrir a las armas para anular el triunfo de las fuerzas progresistas en febrero de 1936.

Igual ocurre hoy, aunque haya que esperar al 10 de noviembre para que pueda ser una realidad el nuevo pograma común de Pedro Sánchez, Errejón e Iglesias. En el crítico contexto social que vamos a vivir en las próximas semanas, ese programa va ser definido por la brutalidad de la contraofensiva de las tres derechas actualmente en curso. Si no lo ha sido ya es porque la negociación de las dos fuerzas progresistas se ha centrado en su envoltorio mucho más que en su contenido. Nada programático separa hoy día al PSOE de Unidas Podemos, ni tampoco de Más País. Pobre de quien, tras las próximas urnas de noviembre, trate de mantenerse al margen de este proceso unitario ya en gestación.

Ni la tentación derechista, siempre muy presente en el PSOE, ni  la enfermedad del infantilismo de izquierdas, nunca ausente de Unidas Podemos, ni el vicio del oportunismo, que acompaña el nacimiento de todo nuevo partido como Más País, van a quebrar la consagración de un programa común de Sánchez, Errejón e Iglesias. Por mucha que sea la frustración de los que soñaron coaliciones con Ribera (PSOE), con sustituir de facto al PSOE (UP) o  con pegarle la patada morada a Iglesias (MP), la realidad, muy testaruda por naturaleza, les obligará  a ir bien cogiditos de la mano izquierda salvo, claro está, que quieran suicidarse.

No estamos, pues, ante una campaña electoral áspera, triste e innecesaria, como se lamentan los que fracasaron en su presión a la Moncloa, sino justamente todo lo contrario. Porque estas urnas van a permitir resolver la asignatura pendiente de las elecciones del 28 de abril que marcaron claramente una política progresista. Si hoy Iglesias se extraña de que Errejón se presente sin programa a las urnas del 10 de noviembre, cabe hacerse también la lógica pregunta de si esta interrogante no encierra una autocrítica implícita, dado que centró toda su negociación con Sánchez en la consecución de unos sillones ministeriales. Será el electorado progresista quien de nuevo vuelva a aclararles a las burocracias respectivas de los tres partidos la forma política concreta que envuelva el programa común de Sánchez, Errejón e Iglesias.

No va a haber, ni habrá posibilidad alguna, como bien ansían los sectarios partidarios del enfrentamiento fratricida en el seno de la izquierda, de que el PSOE cabalgue con la derecha. Tanto porque Sánchez no lo busca, es increíble que se olvide hoy el no es no con el que dirigió la rebelión contra Susana Díaz, como que si quisiera no podría. No hay hoy viabilidad alguna para una política transversal en una sociedad como la española bastante amenazada por una triple involución política, económica y social. Ni mucho menos para los que parecen querer empezar una peculiar revolución por arriba ocupando instituciones con el pretexto de poder evitar un posible incumplimiento parcial de un programa común, como si la negativa real a aceptar un pacto programático no fuera el incumplimiento total.

De igual modo que este próximo domingo, 6 de octubre, la sociedad portuguesa va a ratificar el programa común del Partido Socialista Portugués con el PCP y el Bloco, la sociedad española impulsará en las urnas del 10 de noviembre este pacto programático de las tres izquierdas. Los juegos de tronos de este verano, una de las etapas más vergonzosas del último siglo y medio de historia política, no volverán a emitirse en otoño. Entraremos en invierno con un gobierno, progresista o reaccionario, pero con un gobierno estable que aplique el "pograma" de la izquierda o el programa de la derecha desde un firme acuerdo parlamentario. Ni Sánchez, ni Errejón, ni Iglesias podrán eludirlo si buscan continuar en la Moncloa, colaborar con el Gobierno o  sobrevivir como políticos.

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