El desconcierto

La sombra de Estanislao Figueras

"Señores, ya no aguanto más, voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!". Así dimitía, el 11 de junio de 1873,  don Estanislao Figueras como presidente de la 1ª República Española, justo antes de subirse al tren que le llevaría a París. Casi siglo y medio después su sombra histórica vuelve a proyectarse sobre la presidencia del Gobierno de España. Primus inter pares de una nueva generación de jóvenes políticos, que viven de, por y para el Poder, Sánchez no es de los que se ven tentados a seguir la sombra del político catalán, pese a que el escenario político español es una creciente Torre de Babel donde parece haberse perdido el diálogo como idioma vehicular. Veamos.

La aprobación de la ley Celáa es tanto una victoria de la Moncloa como una derrota de la sociedad española. No hay ministro de Educación sin legislación propia, cada gobierno deroga la ley anterior que a su vez será derogada por el gobierno que la sustituya. Gobierno y oposición están llegando a tal grado de hostilidad que incluso una operación de Estado, como el cumplimiento de los Acuerdos de Ajuria Eena que preveían la normalización política de la izquierda abertzale, se transforma en una grave polémica  política por errores propios e interpretaciones retorcidas. En este tenso ambiente, Bildu ha entrado como un elefante en una cacharrería al moverse con un GPS tóxico.

La derrota de las siete enmiendas a la totalidad, en el reciente debate de los Presupuestos, es asimismo un avance del Gobierno y un retroceso del Consejo de Ministros. Una parte de lo tejido con las enmiendas totales se desteje con las primeras enmiendas parciales, como la referida al desahucio, donde unos ministerios optaban ayer por enmendarse a si mismos y a sus compañeros de gabinete. Contemplar a unos cinco ministros, Calviño, Ábalos, Montero, Campo y Planas enmendando la auto-enmienda de otros cuatro ministros evidencia una imagen bastante incompatible con la de un gobierno progresista. Tanto como ver al ministro Marlaska aplicar estos día en Canarias la ley Mordaza ratificada ayer por el Tribunal Constitucional.

Por no hablar de la polémica interna del PSOE, donde los grandes barones, por la extensión de las tres comunidades que presiden, se enfrentan a los pequeños barones, por la reducida dimensión de sus territorios, sobre las cuestiones nacionales catalana y vasca. Lo que ha llevado a Sánchez a coger la pluma para puentearlos como si tuviera necesidad de repetir ahora mismo las primarias posteriores a su anterior defenestración. La coincidencia, además, de este escenario, con la súbita expulsión de todos los parlamentarios de Adelante Andalucía desafectos a Podemos, con la ayuda de Vox y Ciudadanos, ofrece una imagen de la izquierda bastante negativa justo cuando cumple el primer año en la Moncloa.

Un cierto malestar se extiende también al bloque de la investidura, el PNV ha lanzado una advertencia a la Moncloa sobre las consecuencias negativas que tendría el doble enfoque del Gobierno sobre Euskadi, justo a la misma hora en que  Pedro Sánchez los ratificaba como unos socios preferentes y estratégicos. Ciertamente este aviso a navegantes es la primera respuesta a la presentación de la relación con Bildu, probablemente alarmados ante la posibilidad de que alguien se vea tentado, desde la Moncloa, a exportar a Bilbao la carta de Esquerra Republicana que se juega en Barcelona. Que el máximo dirigente del PNV, Andoni Ortuzar, haya tenido que salir a la palestra refleja la preocupación de los burukides.

Si tirar piedras contra el propio tejado, en este caso nada menos que el de la Moncloa, es siempre un grave error, mucho más lo es cuando la mitad de la sociedad española, excluyendo a la vasco catalana, se moviliza contra la otra mitad progresista. La reciente encuesta del CIS señala bien claro que la moción de censura de Vox contra Casado, a través de Sánchez, la ganó Santiago  Abascal. Realizada después del debate que enfrentó a los dos líderes de la derecha, refleja que avanza Vox y a la vez retrocede el PP. Una vez más entre el  mero original y la copia, el electorado prefiere  siempre lo que es auténtico al plagio. Además, el ciudadano cabreado no tiene hoy tren a donde subirse cuando exclama ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!

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