El desconcierto

Aquellas feministas rapadas

"Dos cortes de pelo pueden ser la única apoyatura real para el montaje de toda una leyenda negra o tomadura de pelo". Así respondía Manuel Fraga, ministro de Información de Franco, a la carta de 102 intelectuales en la que se denunciaba el rapado con navaja de mujeres de mineros durante la huelga en las minas de Asturias en 1963. Era la respuesta, siempre según este portavoz de la dictadura, a la firme provocación a las Fuerzas de Orden Público de "algunas damas". Poco después , el 15 de mayo, alrededor de un centenar de mujeres demócratas protagonizaban en la misma Puerta del Sol de Madrid la primera manifestación feminista, desde el final de la guerra civil, en solidaridad con las que se habían visto obligadas a sentarse en la siniestra peluquería del ministro Camilo Alonso Vega , alias Camulo. 

El 8M es la fecha idonea para recordar a quienes como Constantina Pérez, conocida como Tina, fueron detenidas, rapadas y torturadas por la policía franquista por arrojar alpiste en las puertas de las casas de los esquiroles de aquella histórica huelga minera. O "a esas señoritas que fuman tabaco rubio, que quieren ser amigas de los mineros, que necesitan un buen repaso", como las definían los propios esbirros de la Brigada Político Social en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, hoy sede de la Comunidad Autónoma de Madrid. Dos movilizaciones sociales que marcaron la recuperación del potente movimiento feminista activo en la II República. Sin Tina, miembro del Comité Central de lo que entonces era el Partido, -el Partido Comunista de España- el 8-M no sería lo que hoy es.

Acierta el presidente Pedro Sánchez cuando señala que el principal enemigo de la mujer es la ultraderecha, como también lo es del hombre por serlo asimismo del sistema democrático. Aquella respuesta cínica de Fraga continúa siendo todavía hoy la de algunos sectores de la derecha bastante alérgicos a la Constitución de 1978 y deseosos de una clara involución hacia una Monarquía preconstitucional. No lo es, por supuesto, del Partido Popular o Ciudadanos; pero sí de algunas siglas sociales que impregnan aún el espacio de la derecha. No hay más que ver cómo  instrumentalizan las enfermedades infantiles del feminismo para ridiculizarlo, a la vez que para desprestigiar a la izquierda entre las clases medias y trabajadoras.

Tres vicepresidencias de cuatro, ocho ministerios de dieciocho, algunos tan importantes como Trabajo, Hacienda o Defensa, están hoy en manos de mujeres. Nunca hubo como ahora una representación femenina en el Consejo de Ministros tan destacada como la existente en el gobierno de Pedro Sánchez, superando la existente bajo la presidencia de Rodríguez  Zapatero. Hay que retrotraerse a la II República para encontrar, sobre todo cualitativamente, una influencia análoga en las instituciones o los aparatos del Estado. Si algo se puede decir que ha cambiado en España es el papel de la mujer, tanto en el escenario público como privado. El salto hacia atrás que las mujeres dieron bajo el régimen de Franco, es hoy un impresionante salto hacia delante bajo Zapatero y Sánchez.

Sin embargo, la pandemia del corona virus, y sus devastadores efectos económicos y sociales, amenazan este potente impulso feminista, al generar una creciente desigualdad social que atenta directamente a la igualdad entre hombres y mujeres. Discriminación laboral y salarial creciente, la carga de la maternidad, la injusta distribución de las tareas y cuidados, la feminización de la pobreza, la brecha salarial, el acoso y la violencia, son hoy algunos de los objetivos pendientes del Gobierno de Pedro Sánchez. El escudo social, seña de identidad de la Moncloa, debería reforzarse poniéndose como meta resolver estas tareas progresistas. El 8 de marzo es la mejor fecha para priorizar una agenda política en la que el feminismo debería retomar su rostro más social.

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