El desconcierto

La inquietante singularidad del voto de Ayuso

Franco murió en la cama, pero el franquismo murió en la calle con la amplia movilización social del invierno de 1976 que obligó a Zarzuela a rescindir el contrato de la Moncloa con Carlos Arias Navarro. Aznar perdió en las urnas, pero pocas horas antes fue literalmente arrasado en la calle, tras conocerse su estrategia de la mentira sobre la autoría de la matanza de Atocha. Ahora, con la convocatoria electoral en Madrid, la reacción ensaya su tercera tentativa, en más de cuarenta años, de retrotraernos a los tiempos en que el dictador Franco murió, pero la Constitución aún no había nacido. La Comunidad madrileña es el territorio elegido- sin duda debido a las debilidades de las fuerzas progresistas- para intentar que la tercera sea la vencida.

Nadie desconoce la singularidad del voto a Isabel Ayuso. Cuando se vota a Gabilondo se vota también a Pedro Sánchez, si se emite al voto a Mónica García se emite asimismo a Errejón; igual que Edmundo Bal va asociado a Arrimadas y, obviamente, Iglesias a Iglesias. No ocurre lo mismo, y es toda una novedad electoral, con los que vayan a votar a Ayuso, ya que tras este voto no se encuentra Casado. Sabe, eso sí, que vota al PP, pero desconoce a que PP vota. Tampoco cabe asimilarlo, como hacen algunos sectarios, a Abascal, porque no es lo mismo ir con Vox pero sin los de Vox que ir con la política de Vox junto con los mismos políticos de Vox. No es igual Ayuso sola que mal acompañada.

Madrid es hoy el cuartel general de los que buscan terminar con el régimen de 1978 por considerarlo contrario a la cohesión social y territorial de la sociedad española. Si desde algunos territorios periféricos se estima que la Constitución se quedó corta, desde Madrid se valora que se pasó de frenada. El nuevo anuncio del inminente molt honorable Pere Aragonés sobre un próximo referéndum catalán, viene como anillo al dedo electoral de Isabel Ayuso, en un mercado electoral bastante sensible al creciente nacionalismo español como contrapeso del catalán. En este contexto, es bastante fácil desde este Madrid articular una alternativa política, económica, fiscal y territorial al actual gobierno progresista de Pedro Sánchez.

Alternativa que, si cuaja en las urnas del 4 de mayo, pasa por consolidar la hegemonía del PP de Madrid sobre el PP de Galicia o el de Andalucía. Si la mayoría absoluta de Feijóo va acompañada de una mayoría rotunda de Ayuso, el gran partido conservador, con una engrasada estructura estatal similar a la socialdemócrata, puede escorarse hacia una alternativa reaccionaria que aspire a remover el pacto que hizo posible el consenso social entre la derecha y la izquierda. Tras unas cuatro décadas de intentar dar marcha atrás, a la tercera, efectivamente, iría la vencida. Ni que decir tiene que Casado, quien vale tanto para un roto como para un descosido, bien podría sumarse a Ayuso, tal como se sumó a Feijóo votando contra la moción de censura de Abascal.

Lo realmente inquietante es que si hoy Ayuso puede ser el mascarón de proa de este tercer intento se debe a que previamente todos los progresistas le regalaron la Comunidad, cuando el tamayazo en el PSOE, y el ayuntamiento, cuando entre Más Madrid y Podemos se cargaron a la alcaldesa Manuela Carmena. Ahora mismo un gran partido sin líder, el PSOE, y dos absolutos e incuestionables hiperliderazgos sin partido, las dos corrientes nacidas el 15-M, intentan frenar a una Isabel Ayuso desbocada. En los dos anteriores intentos frustrados, la amplia movilización social contra el retroceso político los frenó, pero está aún por ver si los madrileños ahora vuelven a poner pie en pared. De no ser así, pueden acabar llorando como hombres, al contrario de  Boabdil el chico, lo que no supieron defender como mujeres, Manuela Carmena y Mónica García, lo hacen en Madrid.

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